La amiga de un amigo salió de fiesta una noche y como no ligó al llegar a casa se agenció un maromo por medio de una de aplicación de ligoteo. La cosa empezó mal: al llegar a la casa el chico se metió con el papel pintado del salón. En la cama no era para tirar cohetes. Durante el acto aprovechaban para tener breves conversaciones y en una de estas salió el tema de los gays. El muchacho le dijo a la amiga de mi amigo que cuanto más lejos estuvieran de él mejor porque no los soportaba. Soltó alguna impertinencia más y a la chica se le hincharon tanto las narices que cortó por lo sano: echó al chico de su casa sin haber terminado el acto. Eso es lo que yo llamo una mujer comprometida: sacrificó un orgasmo por no darle placer a un intolerante. El caso de este cenutrio no es un hecho aislado. Hay un repunte de la homofobia y en Madrid están creciendo de una manera alarmante los ataques a gays. Luego dicen que nos ponemos pesados reivindicando nuestra historia pero a la vista está que no podemos bajar la guardia porque la intolerancia crece como la mala hierba.