¿Ha sido siempre María Patiño tan intensa? Creo que sí, pero con los años ha ido a más, lo cual me parece algo digno de elogio. Porque con el tiempo uno tiende a volverse más escéptico, más laxo, menos involucrado. Pero a María la vida no solo la ha vuelto más descreída, sino que no concibe levantarse por las mañanas sin haberse comprometido previamente con el aire que respira. Es más, yo creo que dormida negocia con su subconsciente el contenido de sus sueños. Conozco a pocas personas tan entregadas al análisis como María. Yo la envidio porque a veces tengo que hacer verdaderos esfuerzos para que no se me note un poquitito de tedio vital, pero ella, inasequible al desaliento, se enfrenta diariamente a la realidad con un ímpetu olímpico. Hay algo de infantil en el comportamiento de María, pero en plan bien. Conserva la curiosidad y las ganas de preguntarse continuamente el porqué de las cosas. A mí en el trabajo me divierte mucho porque se ha convertido en todo un referente de la televisión de entretenimiento. Se pone como las cabras con las trampas que le ponen en ‘Sálvame’, se enfada, se muestra herida, airada, menospreciada cuando no se le deja hablar más de media hora seguida sin interrupción. Pero luego tiene la capacidad de pasar del cabreo a la risa, porque los años le han enseñado que en el fondo nuestro trabajo tiene mucho de ridículo. Y cuanto más claro se tenga, mejor lo haces. María Patiño está en racha. No conviene perderle la pista.