Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez
GTres

Ha llegado el momento de no dar cuartelillo a quienes cuestionan nuestras libertades

Viernes por la mañana, día del Orgullo Gay. Me llama un colega militar bien tempranito, a eso de las ocho de la mañana. Que salió ayer de fiesta y que ha acabado en una casa con otros siete. Una punzada de envidia recorre mi cuerpo. Imagino cómo puede terminar aquello y me pongo malo: todos con todos, unos con unos, tres con tres. O a lo mejor no pasa nada. Vete tú a saber. Lo bueno es tener la libertad de hacer lo que te salga del moño. Nadie obliga a hacer nada a nadie. Lo malo es que intenten impedírtelo.

Llega el Orgullo y con él, como cada año, esas voces que vaticinan el Apocalipsis por la invasión del mundo marica. El mismo rollo de todos los veranos. Pero creo que ha llegado el momento de no dar cuartelillo, de no invitar a los programas de televisión a esos elementos pintorescos y nocivos que cuestionan nuestras libertades porque no aportan más que suciedad. Y si los invitan, no entrar en debate y decir a todo que sí. Y, llegado el momento, acudir a los juzgados si la cosa se pone fea. Resolver las diferencias en sede judicial y no en un plató de televisión. Ese es el camino. Dejar hablar sin interrumpirles a los tóxicos, los nocivos, los manipuladores. Solo así quedará al descubierto su mezquindad y su incultura. Se mueven bien en tertulias porque guarrean, pero meten la pata en cuanto intentan enhebrar cuatro ideas seguidas. Más que nada porque no las tienen.

Por la noche acudo a un acto organizado por el PSOE para celebrar precisamente el Orgullo. Diviso a lo lejos a Carmen Calvo e Isabel Celaá, charlo con Marlaska sobre galgos y hablo más detenidamente con Dolores Delgado, la ministra de Justicia. Como hay restricciones de tráfico, el coche me deja en Neptuno, pero soy incapaz de llegar a la Plaza Santa Ana –lugar del acto–, sin preguntar. Siento una punzada de nostalgia. Antes conocía el centro como la palma de mi mano. Ahora necesito ayuda para reconocer aquellas calles en las que fui feliz.