Lo más excitante que me ha sucedido este verano es que una experta internacional en piel haya dictaminado después de dos horas que la tengo preciosa. La piel. Me dio un subidón, como si me hubiera tocado el Euromillón. Sirva esta anécdota para ilustrar que el verano lo he vivido con poco jaleo en cuanto a cambio de sábanas se refiere. Ha pasado por mi cuerpo sin romperme ni mancharme. El verano.
Hace años estuve en Alicante. Estaba yo trabajando con Ana Rosa en la otra cadena. Gozaba de una popularidad agradable. A la gente le sonaba mi cara, no sabía bien por qué y cuando caían esbozaban una sonrisa. Como me tenían poco visto, era como encontrar una aguja en el pajar. Ahora tienen miedo de abrir la nevera no vaya a ser que se encuentren conmigo dentro de una lata de atún. Esa noche salí por Alicante. Yo era más joven y la gente menos invasiva. Acabé con un grupo muy simpático en el que había un futbolista argentino. No de Primera División, ni de Segunda, y creo que ni de Tercera. Pero era futbolista. No le pongo cara, pero aquella noche me encantó y creo que yo un poco también, aunque tenía novia y era oficialmente heterosexual. Recuerdo como una de las cosas más bonitas que me cogiera de la mano para acompañarme al baño. Ahí ya noté que pasaba algo. Su amiga estaba alucinada con lo que veía, pero le animaba a que diera el paso. Me llevó en coche al hotel. Nos miramos muchísimo, recuerdo que la novia andaba preguntando por él y la fue a buscar a otro bar para llevarla a su casa. O no fue la cosa así, pero lo cierto es que tras las miradas no pasó nada. Bueno sí. Unos días después hablé con su amiga y me contó que él estaba inquieto por lo sucedido. Quise invitarle a París, pero no lo hice. Desde aquí te lo digo: si lo pillo este verano, no se me escapa vivo.