Viernes tirado en el sofá. P. está en casa porque hace tres días que no ve a los perros y no puede más. Ahora que caigo, no le he escuchado decir en ningún momento que también tenía ganas de verme a mí. Al caso: que como está deambulando por casa le digo que me traiga unos kikos. De los gordos, que me encantan. A granel. Con la caja de kikos abierta y saboreando con fruición uno tras otro me pongo ‘TardeAR’.
Miguel Angel Nicolás da paso a un vídeo sobre Shakira, que ha ofrecido una entrevista a Billboard. Nicolás cataloga a la artista de “pesada” porque parece ser que vuelve sobre sus temas pero después de enterarme de lo que dice no se me ocurriría endosarle semejante adjetivo a la colombiana. Habla de que está pasando una época en la que se limita a sobrevivir, a sacar la cabeza del agua. Cuando escucho a Shakira pienso que qué gusto que una mujer tan aparentemente exitosa como ella sea capaz de verbalizar una realidad tan prosaica. Así estoy yo ahora. Intentando que no me arrastre la marea. Sobreviviendo. Protegiéndome para que la realidad no me aplaste. Jugando a imaginar que vendrán tiempos mejores que los actuales, donde conviven demasiada incertidumbre e incluso aburrimiento. La vuelta al cole está resultando cuando menos, complicada. Me parece muy valiente Shakira hablando de esa parte de la vida que pretendemos ocultar porque no cotiza en redes sociales. Yo siento que ahora tengo que dedicar un esfuerzo adicional para que la monotonía no se cuele por las rendijas de mi casa.
Al rato ponen otras declaraciones de Shakira en las que denuncia que Clara Chía -la actual de Piqué- desvalijaba la mermelada de su propia casa, aparte de otras catástrofes domésticas similares. Alguien en el plató de Madrid proclama que cómo va a permitir Piqué una cosa así. Y tiene que aparecer Ana Rosa para poner un poco de cordura en todo este asunto. “A ver, a los tíos se les detecta la infidelidad porque la otra se ha dejado un pendiente en el coche o por un pelo en la chaqueta”. Más razón que un santo. ¿O es que cuando nos pillamos por alguien no cometemos actos que jamás haríamos en unas condiciones mentales normales? ¿Dónde quedan las locuras? ¿El meter la pata por culpa de una pasión abrasadora? Y, además, que hablamos de Piqué, cuyo lema existencial es “Menos mal que he nacido”.