He escuchado a Sofía y a Ylenia reflexionar sobre la fama en ‘GH DÚO’. Por mucho que te avisen, no es fácil convivir con ella. Al principio, te hace gracia. Luego, trastoca tu vida hasta unos límites inimaginables.
Yo siempre digo que nuestro oficio tiene mucho de esquizofrénico: trabajas para que la gente te vea y, luego, tienes que ideártelas para intentar vivir al margen de todo lo que conlleva la popularidad porque si no corres el riesgo de que se te vaya la olla a Camboya. Una de las cosas más complicadas de esta profesión es lidiar con la opinión que de ti tienen los demás porque te obliga continuamente a cuestionarte, a preguntarte si eres como te ven, a descubrir rasgos de tu carácter que no pensabas que tenías.
Escriben sobre mí en Bluper que soy soberbio, con mal perder y poco habituado a aceptar las críticas de la prensa. En otra época de mi vida, me hubiera rebotado. Ahora, esas líneas me hacen pensar. Ylenia llegó el jueves al plató de ‘GH DÚO’ dispuesta a enfrentarse con el público que la criticaba, y me sentí muy identificado. Cuando empecé a trabajar en esto, creía que la opinión del público no me importaba, que por encima de todo estaba yo, y que me daba igual que me apreciaran o no. No escuchaba. Ahora creo que era por inseguridad, porque no estaba preparado para aceptar mis errores. Transformé esa inseguridad en prepotencia. Esa fue mi manera de luchar. Y me equivoqué, pero no he sido capaz de reconocerlo hasta que me he sentido seguro en mi trabajo.
Tanto Ylenia como Sofía son dos chicas inteligentes y llevan advirtiendo desde hace tiempo las turbulencias emocionales que conlleva la fama. A veces, parece que van de sobradas. Pero no es así: están pidiendo a gritos un abrazo. Les queda mucho por sufrir: son jóvenes y tan aclamadas como odiadas en las redes sociales, que es un fenómeno contra el que no teníamos que lidiar antes. Me quedé con las de ganas de decirle a Ylenia que desapareciera una temporada de las redes. Le conviene quedarse a solas consigo misma porque ni los que la aman ni los que la detestan la conocen. Apunta Sabina que la fama es la calderilla de la gloria. Tiene mala fama la fama. Por algo será. A mí me ha servido fundamentalmente para enviarme al psicólogo cada dos por tres.