Engancho cuatro días de fiesta y me voy con Cristina a Abu Dhabi. Echo en la maleta un par de cajas (llenas) de preservativos porque intuyo que voy a triunfar en el mundo árabe. La primera en la frente: Grindr está capado en los Emiratos y hasta que no me entero de que se puede acceder a él gracias a una aplicación que sortea censuras pierdo una noche. Una vez habilitada de nuevo la máquina de ligoteo me doy cuenta de que no todo el monte es orégano. Pese a que pongo en mi perfil una foto que me hice para Lecturas con una camisa mojada y luciendo cuerpazo –o así- tengo un éxito tan relativo que es muy cercano al fracaso. Ayer sábado salimos por la noche y era tal la diversión que volvimos al hotel durmiéndonos en el taxi de puro aburrimiento. Mucho me temo que utilizaremos los preservativos para adornar la habitación con globos. Ahora, cinco de la tarde del domingo, nos vamos a ver la mezquita y a ver si convenzo a Cris para que me acompañe al parque de atracciones Ferrari Land. Esta mañana, mientras tomaba el sol, he estado a punto de despeñarme por la carretera de la nostalgia escuchando a Vanesa Martín. La he quitado inmediatamente y para contrarrestar me he puesto “Mami que será lo que tiene el negro” y darme así un baño de frivolidad supina. Pero he tardado poco en saltar a otra canción porque tal y como están las cosas tengo miedo de que me detengan por racista.