Cuando Mercedes Milá fue a ‘Late Motiv’ y dijo que le había gustado mi función, Buenafuente soltó un ingenuo-perverso-malicioso comentario: “¿Es un referente cultural?”. En ese momento, a mí me supo tan mal que habría asesinado al presentador a cámara lenta. Pero con los días se me fue pasando el cabreo. Si yo hago bromas, también tengo que aceptar que me las hagan. Donde las dan, las toman. Cuando me llamaron para ir al programa, me faltó tiempo para aceptar la invitación. Y no me equivoqué.
Entiendo que cuestionen mi trabajo, faltaría más. Pero no soporto –quizás por aburrimiento– que me juzguen. Por eso, me encontré tan cómodo con Buenafuente. Porque es capaz de plantear dudas sobre lo que uno hace sin ofender, sin colocarse en un lugar superior desde el que puede dictaminar lo que está bien o lo que está mal. Y lo que es más importante: te escucha. Estoy harto de tener que conceder entrevistas a gente que no le importa lo que les cuento porque mi versión de los hechos no se ajusta a lo que ellos habían imaginado. Disfruté con las pullas de Andreu y con sus dosis de ironía bien administradas. Los palitos dados por personas inteligentes se aceptan de muy buen grado, e incluso dando las gracias.
Cada vez me da más pereza dar entrevistas porque de lo que tú dices a lo que dicen que tú dijiste va un trecho larguísimo. Hay tantos intermediarios que el resultado final dista mucho del original. Pero la gente se está dando cuenta del juego tanto que, de repente, leo en mi Facebook comentarios que me llenan de gozo y admiración. Ahí va uno de ellos, referido al encuentro con Buenafuente: “El periódico digital 20 Minutos saca frases de contexto. Lo ideal para que la gente eche toda su bilis. Iba a contestarles, pero he decidido no entrar al trapo”. Estoy encantado y muy orgulloso de contar con seguidores que se dan cuenta de qué va la vaina.