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Cuando estaba con mi ex no pasábamos ningunas navidades con la familia. Desaparecíamos el veintidós de diciembre y volvíamos a España el siete de enero, una vez que finalizaba el jolgorio de manera oficial. Siempre íbamos a la playa, porque no había nada que nos gustase más que tumbarnos en una hamaca y ponernos a escuchar música mientras alternábamos el ‘champagne’ con el vino tinto y el blanco.