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Mi estreno como tronista no pudo ser más accidentado. El primer pretendiente –el primero, repito– apareció en plató para decirme que lo sentía mucho, pero que prefería luchar por una relación que tenía fuera. Yo no sabía dónde meterme. En ningún momento barajé tal posibilidad en mi cabeza. La primera, en la frente. Me quedé tan descolocado que empecé a preguntarme: “Pero ¿qué hago yo aquí en este programa? Con lo a gusto que estoy con mis batallas en ‘Sálvame”. Y fue precisamente esa sensación de inseguridad la que me ayudó a responderme que había hecho bien en aceptar la propuesta como tronista. Creo que de vez en cuando hay que enfrentarse a situaciones que te descoloquen porque son precisamente esas situaciones las que te hacen dudar, seguir preguntándote, barajar la posibilidad de que tampoco tenías las cosas tan claras como pensabas.