La entrevista de Isabel Gemio a María Teresa Camposnos avisa de que el año 2021 va a ser histórico. No se me ocurre mejor manera de empezarlo que asistiendo a este encuentro entre dos personas que forman parte de la historia de la televisión española. Si todavía no la habéis visto, que lo dudo, podéis encontrarla en YouTube. El programa de la Gemio se llama ‘Charlas con alma’. No sé, pero a mí me llaman para entrevistarme en un programa con semejante título y lo segundo que pregunto –lo primero es cuánto me van a pagar– es si hay barra libre. Porque no es posible enfrentarse sobrio a la Gemio entrevistándote con alma. No es que no sea posible, es que fundamentalmente es una cuestión de fe.
El encuentro entre las divas es un regalo para los amantes de las peleas entre reinonas. Haciendo gala de su proverbial antipatía, la Gemio intenta mediante risas impostadas y maneras afectadas entrevistar a Campos, que no entra al trapo porque no le da la gana. Ya lo he dicho y lo he escrito varias veces: la Campos no tolera que nadie quede por encima de ella en un plató, así que los presuntos comentarios ingeniosos de la Gemio le sabían a cuerno quemado. Aparte de que la Gemio sonriendo da mucho miedo. Solo hay una persona que posea una risa tan inquietante como la suya: Rocío Monasterio. A ninguna de las dos la llamó el Señor para que regaran de amabilidad el planeta Tierra.
Entre que la Gemio no halló el tono de la entrevista y que la Campos no hizo el más mínimo esfuerzo por esconder el desprecio que le producía la situación, el encuentro se ha convertido en una delicatesen apta para paladares exigentes. Nuestro ‘Feud’ catódico patrio.Ninguna de las dos está encontrando su lugar en el mundo porque les falta valentía. A la Gemio para cagarse en todo lo que se menea por no estar currando en primera división y a la Campos porque vive esclava del qué dirán. El día que decidan decir lo que piensan verdaderamente de todo lo que se les pregunte se convertirán en diosas. Mientras, las veremos naufragar en las aguas del querer y no poder. Una pena. Sus respectivas trayectorias no merecen, a estas alturas de sus vidas, tanta tibieza