Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier de vacaciones

Cómo me soporta P., pobre

Leo a Carmen Rigalt, que escribe que el final del verano arrastra consigo un poso de tristeza. Me gusta mucho el verano pero a mi entender ocupa poco espacio en el calendario. El verano está acabando desde el mismo momento en el que empieza;el invierno, sin embargo, es como ese adolescente que con la fuerza que cobra día tras día te va matando lentamente. Aunque el verano también tiene sus reparos. Parece que si un día no te lo pasas bien estás malgastando diez años de tu existencia. Es pecado, como aburrirse en Nochevieja. He vuelto a descubrir que se está muy bien sin hacer nada.

Estos días que estoy por Madrid se ha venido P. a casa y nos dedicamos a tomar mucho el sol –qué cosa tan antigua, ya ves- y a hablar de la vida en general. Cómo me soporta el muchacho, pobre. Una tarde aprovecho para depilarme y le pido por favor que me ayude con los pelos de detrás de las piernas. Lo que hacen las separaciones: antes se negaba en redondo y ahora, aunque a regañadientes, acepta. Cuando estás en pareja no haces cosas que te piden porque consideras que se están aprovechando de ti. Y luego ya cuando rompes las haces porque te devuelven a una época de tu vida en la que fuiste feliz.

Entendemos demasiado tarde que una pareja no es un campo de batalla. Creo que desde pequeño teorizamos tanto sobre ese asunto que llegamos a la práctica maleados, exhaustos, siempre dispuestos a saltar a las primeras de cambio y no dejar pasar ni una a la persona que hemos elegido para compartir, al menos, una parte de nuestro camino.

Yo no le pregunto a P. si tiene líos aunque sin embargo él deja caer de vez en cuando algún comentario al respecto a ver si me saca algo. Y yo creo que ni contesto porque por ese lado ni tengo nada que contar ni se le espera. Lo que son las cosas: mientras escribo estas líneas se me acerca P. a contarme lo que sucedió ayer en “Ven a cenar conmigo”. Como ve que no le doy mucha bola se queda rondando para ver si cae algo de conversación. Sabe perfectamente que no me gusta hablar cuando desayuno. Ni que me molesten cuando escribo. Y así cientos de cosas más. Ponte tú a contarle ahora a alguien el rosario de condiciones que pido para iniciar una nueva relación. Para este verano ya voy tarde y para el que viene, no sé yo.