Para los que somos consumidores de la prensa rosa desde que tenemos uso de razón, Charo Vega era la belleza muda que acompañaba siempre a Lolita y Carmina Ordóñez. Mira que Carmina era guapa. Pues Charo no le iba a la zaga. Cuando vi sentada por primera vez en un plató a Charo Vega no me lo creía. Jamás la había escuchado manifestarse y me parecía algo irreal que lo hiciera. Pero Charo hablaba. Y cómo hablaba, por dios. Porque lo verdaderamente impactante de ella es que ha estado metida en todos los charcos de la historia del corazón de los últimos años. Toni Caravaca, su exmarido, fue uno de los representantes artísticos más importantes de nuestro país. Así que por ese lado se codeó con lo más granado del ‘star system’ patrio. Y por amistad vivió de primera mano las aventuras y desventuras de Carmina y el día a día de la Pantoja desde Paquirri hasta la actualidad. Te quedas pegado escuchando a Charo Vega porque narra las anécdotas como nadie.
El sábado contó que cuidó a Pantoja recién operada de liposucción y aumento de pecho por Monereo, que Encarna Sánchez adoraba tanto el marisco que cuan- do invitaba a comer las mesas parecían diseñadas por Cousteau, que llevaron a actuar a Agustín Pantoja a Zúrich y, aunque en un principio pensaron que cantaría en un gran teatro, lo hizo en la fiesta del pimiento organizada por unos españoles. Literal. Charo es muy graciosa pero sin quererlo, que es la manera más desternillante de ser divertida. Ahora dice que desde que no tiene novio se ha vuelto muy ahorrativa porque a ella jamás se le cayeron los anillos por seguir el consejo del legendario Antonio Ordóñez: “Si algo te hace feliz, págalo”. No quedan mujeres como Charo porque en nuestro país ya no quedan artistas como las de antes. Las de ahora están demasiado ocupadas pensando en el próximo post de Instagram.