Tanto Matamoros como Rivera venden parcelas de su vida en la tele y en las revistas pero al final, todo lo que toca o simplemente roza la familia Pantoja desprende un tufo chungo que echa p´atrás. Puedo llegar a entender que estén acostumbrados a ponerle precio a cada uno de sus movimientos pero chirría que sean tan desagradecidos con esa prensa que les da cobertura y les ayuda a que sus figuras sigan cotizando. Los Pantoja no son agradecidos. Esta es una verdad universal mundialmente reconocida. Se creen que pertenecen a una estirpe superior al común de los mortales y eso les da derecho a tratar con desprecio a los que no les bailan el agua. Según los mandamientos de la familia Pantoja el mundo deberá reír cuando ellos lo hagan y llorará cuando ellos lo decidan. Los miembros del clan Pantoja viven continuamente revirados porque sostienen que no están considerados en nuestro país, pero es que los miembros del clan Pantoja deberían darse cuenta de una vez que la única que hecho algo decente con su vida es la madre. Y aún así ha pasado una temporada en la cárcel. Los Pantojos, en fin, piensan que adornándose con chaqués y ampulosos vestidos de brilli-brilli se dignifican pero se equivocan. Ninguno de sus miembros ha demostrado el más mínimo interés por cultivarse y la única que apuntaba maneras, Chabelita, ha sucumbido al ejemplo que desde pequeña ha visto en casa: dinero fácil, vida ociosa y la equivocada certeza de que gracias a su apellido puede comportarse como le dé la gana. Como Paquirrín ya estaba perdido para la causa desde tiempos inmemoriales, la decepción con Chabelita ha sido mayúscula. La creíamos capaz de apartarse de su interesada familia y labrarse un futuro como economista –o algo así- en Londres pero ha preferido sacarle rentabilidad a las sombras que rodean a su familia. Es una opción miserable y mercantilista que la convierte en miembro de pleno derecho de esa familia que, según ella, tanto la ha hecho sufrir. Decía al principio que tanto Matamoros como Rivera venden su vida pero por encima de todo hay algo que los diferencia: la verdad. Mientras Rivera puede amar u odiar según el valor de un cheque, Matamoros no nos vende motos. El jueves lo veo derrumbarse en “Sálvame” por unas declaraciones de su hijo Diego. Otras de tantas. Diego debería andarse con cuidado. A pesar de que tiene buena pinta y fotografía bien en las revistas sus últimas actuaciones están siendo tan feas que puede que dentro de poco empecemos a verlo tan cutre como a Rivera. Porque ya es hora de reconocerlo: a Diego le importa poco el cariño de su padre. En su cabeza no entra una reconciliación porque prefiere seguir arreándole hostias periódicamente a través de una portada. Le sale mucho más rentable.