Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Ana Rosa

Carta abierta de Jorge Javier a Ana Rosa Quintana: "Somos la noche y el día y cada vez se acentúan más nuestras diferencias"

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Jorge Javier Vázquez

Escritor, presentador, actor y productor teatral

Cuando el miércoles por la tarde leí que Ana Rosa pasaba a las mañanas pensé que era una fake news. Cuando minutos más tarde ella misma lo confirmó en ‘TardeAR’ intuí que se avecinaba terremoto informativo. Cuando esa misma noche me la encontré en la copa de despedida de Manuel Villanueva –director de contenidos de Mediaset durante veinte años, se va una parte fundamental de mi vida profesional– me salió darle un abrazo. Y entonces –ya lo venía barruntando desde hacía tiempo– me dije a mí mismo: “Confirmado: eres una estrella de la televisión”. Porque una de las características más importantes de las estrellas de la televisión consiste en tener la suficiente inteligencia para poder llegar a establecer una relación de cariño con alguien con quien no tienes nada que ver. Así somos las estrellas.

Fan desde 1994

Yo me hice fan de Ana Rosa Quintana cuando presentaba ‘Veredicto’ en Telecinco, allá por el 1994, según pone en Wikipedia. Creo que el programa se emitía sobre la una y media del mediodía y para mí era una cita obligada. Me recuerdo viéndolo en mi piso de San Roque en Badalona mientras esperábamos a que mi padre llegara del trabajo y almorzar. El programa, recordad, simulaba un juicio, y ella estaba espléndida. Muy divertida. Muy cercana. Moderna en sus opiniones, o al menos así lo recuerdo yo. Lo siguiente que recuerdo de ella ya es ‘Extra Rosa’, en Antena 3, donde debuté en televisión y colaboré durante algún tiempo.

Os podéis imaginar lo que supuso para mí trabajar junto a una persona a la que llevaba admirando desde hacía tiempo. Un verano le ofrecieron presentar ‘Sabor a ti’ y el resto ya es más o menos historia. La gente todavía me recuerda por la calle lo bien que se lo pasaba con nosotros. Hicimos un dúo estupendo, las cosas claras. La excusa era comentar las revistas del corazón pero hablábamos de lo que nos salía del moño y nos reíamos mucho. Todo el rato. Recuerdo esa época con mucho cariño. 

Éramos una pareja

Ana Rosa brillaba, el público la adoraba. La querían en todos los sitios, le cayeron todos los premios del mundo. Si me preguntáis cómo era aquella Ana Rosa lo tengo muy claro: una mujer que disfrutaba con su trabajo, muy atenta con todo su equipo. Hacía fiestas muy a menudo porque siempre había algo que celebrar. Es más: nuestra vida era una fiesta. Literal. Yo adquirí una popularidad muy agradable. A la gente le sonaba mi cara, caía en gracia y no había móviles. El paraíso en la tierra. Hasta que llegó el momento en el que me mató la responsabilidad.

Ana Rosa Rosa Villacastin

Pese a que me pagaban mucho dinero ir a trabajar se convirtió en una condena. Me producía más ansiedad que placer. Me costó mucho comunicarle mi decisión a Ana Rosa. Se lo dije por teléfono. Un día de diciembre. Ella estaba a punto de estrenarse como productora así que no era el mejor momento pero, en realidad, siempre es difícil encontrar “el mejor momento” para decir adiós. Pasa igual con las parejas. Y eso éramos nosotros: una pareja. Pero yo no podía seguir. Mi decisión no fue del todo comprendida por mucha gente y creo que a ella la decepcioné. Hoy, con el tema de la salud mental mucho más estudiado, todo habría sido distinto.

Fue lista y no intentó convencerme. Captó que no le estaba contando ninguna milonga. No es que la dejara porque tuviera una oferta mejor. Me fui a mi casa y dejé de ganar mucho dinero. Me dio igual. No me compensaba el desasosiego que me provocaba trabajar en la tele.

Otra vez la volví a dejar

Me fui pero volví, porque Ana Rosa y su productora me dieron la oportunidad de debutar como presentador junto a Francine Gálvez. Estupendísima compañera, qué inolvidable verano pasamos en ‘Rumore Rumore’. Me metí de nuevo en la rueda televisiva –luego volví a ‘Sabor a ti’– hasta que otra vez dije “adiós” a Ana Rosa para venirme a Mediaset a presentar ‘Aquí hay tomate’. Cuando ella también se mudó a Mediaset para hacer las mañanas nos reencontramos en su primer programa, que hizo una bestialidad de audiencia. Si no llegó al cuarenta por cierto por ahí le rondaría. Una salvajada.

Cuando se acabó ‘Aquí hay tomate’ la cadena no sabía qué hacer conmigo. Un directivo le dijo a mi amigo/representante que no tenían nada para mí. Tras cinco años arrasando en las tardes, yo no era más que un alma en pena televisiva. Un jarrón chino que estorbaba. Y otra vez me volvió a acoger Ana Rosa en sus mañanas. Y otra vez la volví a dejar porque apareció ‘Sálvame’. Esta es, a grandes rasgos, nuestra historia. De idas y venidas. Con la tontería estamos a punto de cumplir treinta años. Somos los Richard Burton/ Liz Taylor televisivos.

Con Ana Rosa Quintana he discutido, nos hemos lanzado pullas, me he enfadado, me he desenfadado, me he reído, me ha sacado de quicio. “Me gusta todo de ti, pero tú no”, canta Serrat. Eso me pasa a veces con Ana Rosa, sobre todo cuando habla de política. No puedo con ella. Somos la noche y el día y cada vez se acentúan más nuestras diferencias. La escucho y se me llevan los demonios. Me estalla la cabeza. Pero chica, cuando me encuentro con ella, me olvido de todo eso y se me vienen a la cabeza todos los buenos momentos que hemos vivido juntos. Que han sido miles.

Y luego hay otra cosa muy importante. Televisivamente, he vivido instalado en el conflicto durante veinte años. Lo he gozado y lo he padecido. He guerreado contra el mundo y contra mí mismo. Después de tantos años de batalla lo que me pide ahora el cuerpo es tender puentes, no destrozarlos. Pese a todo lo que me separa de Ana Rosa deseo que le vaya bien en las mañanas. Primero, por el cariño que da el roce. No creo que sea muy difícil de entender. Y segundo, porque lo que sea bueno para ella también lo será para mi empresa. Porque Mediaset no son solo sus directivos. Por cierto: ya he visto desfilar a unos cuantos.

Para mí Mediaset es, fundamentalmente, toda esa gente con la que ya llevo trabajando 23 años: los de sonido, los de iluminación, los regidores. Todos aquellos que hacen posible que una cadena funcione. Mis compañeros. Parte de mi vida. Los que vamos a seguir trabajando para salir adelante. Personas a las que quiero y respeto. A los que animo desde aquí a seguir luchando en este medio tan loco como es la tele. Que lo amamos, sí, pero que es de todo menos fácil. Y en demasiadas ocasiones, ingrato.

Hoy, domingo por la tarde, al volver del cumpleaños de mi querida Ángeles Caballero, cojo un taxi. El taxista me recibe con un cariñoso saludo: “Hombre, Jorge Javier. Qué gusto tenerte por aquí”. “Muchas gracias”, le respondo. Y acto seguido me pregunta: “Oye Jorge Javier, ¿cuándo vas a volver a Telecinco?”. “¿Volver? Pero si nunca me he ido”. “Bueno, yo es que lo último que sé de ti es que hiciste un programa contra Pablo Motos y te lo quitaron”.

Ana Rosa

Esta anécdota, real, ilustra a la perfección lo que es la tele. Tras ‘Cuentos Chinos’ he presentado ‘Supervivientes’, ‘Supervivientes All Stars’ y ahora tengo en emisión ‘El diario de Jorge’ y ‘Hay una cosa que te quiero decir’. Pero en la memoria del taxista yo solo era ya un objeto perdido.

El caso es que Ana Rosa se va a las mañanas. Y volverá a hablar de política. Y yo me volveré a echar las manos a la cabeza. Ojalá un ‘plot twist’. Un giro en la trama, que este blog también lo lee mi madre. Sería un sueño ver a Ana Rosa alternando y colegueando con Irene Montero y huyendo de Cuca Gamarra. A estas alturas de su vida y después de tantos años cotizados ojalá que se vuelva loca y nos deje a todos descolocados. Sería una fantasía orgásmica.