Es la imagen de toda una época: un caballero haciendo ver que sufre en un cuarto de baño mientras una tía medio en bolas pasea tan campante a sus espaldas yendo a ninguna parte. El bochorno de una clase política que utiliza un material tan sensible como las emociones para intentar derrocar a un gobierno. Pablo Casado recurriendo al método Stanislavski para transmitir dolor y una señorita que parece sacada de ‘Los bingueros’ le arruina el bodegón.
Esa es la derecha de nuestro país: la nada. Porque el grito “¡Que vienen los comunistas!” ya no provoca pavor sino pena por quien lo pronuncia. Porque estamos hasta los mismísimos de salvapatrias endomingados. Y ya poniéndonos un poco serios: ¿no habrá llegado el momento de quitarle voz a esos tertulianos que ya sabemos? ¿Hasta cuándo vamos a ser cómplices de sus conspiraciones? ¿Cómo se puede defender la presencia de ciertos personajes en un plató de televisión sabiendo que mienten con absoluto conocimiento de causa?