Jorge Javier Vázquez

Jorge Javier Vázquez

Belén Esteban

Belén Esteban lleva veinte años contando lo mismo. Si algo la avala es la coherencia

Estos días han estado marcados por la vuelta a los orígenes de la separación entre Belén Esteban y Jesulín de Ubrique. Han pasado casi veinte años de la historia y al poner los vídeos de la época los colaboradores y yo mismo no hemos podido apartar los ojos de la pantalla.

Ahí es cuando te das cuenta de cuando una historia tiene fuerza o no: si aprovechas para mirar el móvil, malo. Si en plató se hace el silencio, maravilla. En mayor o menor medida todos los que trabajamos en Sálvame hemos vivido la historia de Belén. La conocemos desde el principio de los tiempos y nos sabemos su biografía al dedillo. A lo largo de todos estos años ha cometido errores, claro. Y muchos de ellos alentados por los medios para los que trabajaba, no seamos hipócritas.

Pero si hay algo que la avala es su coherencia. Lleva contándonos veinte años lo mismo y es ahí donde radica su grandeza. Ahora que estamos removiendo la historia gracias a unas cintas de Diego Arrabal que tienen la friolera de veinte años, Belén vuelve a la palestra y lo hace como jamás lo hubiera imaginado: con frialdad, distanciamiento y a veces incluso con fina ironía. Es curioso pero su historia ya no es su historia. El cabreo continuo que antes marcaba su vida ha dado paso a una estabilidad que le permite enfrentarse a épocas convulsas de su existencia con una tranquilidad pasmosa. Tenemos muchas más herramientas de las que imaginamos para cambiar aquello que no nos gusta. Sólo tenemos que parar, pensar y tomar decisiones. Para que la vida sea entretenida tampoco necesitamos tantos fuegos artificiales.