'Gran Hermano' es la bomba. Desde hace varias semanas se viene diciendo que se ha amañado el concurso para que gane Adara y, cuando el jueves pasado la audiencia decide expulsar a la concursante, las mismas personas que sostenían semejante teoría conspiranoica se cabrean porque aseguran que la organización la ha echado para alejar la sospecha del tongo. Yo he llegado a un punto que, cuando me preguntan, digo a todo que sí, y así me evito enredarme en conversaciones que no llegan a ninguna parte. Digo a todo que sí y por dentro tarareo alguna de mis canciones preferidas, tipo ‘Geografía Polisentimental’ de Fangoria.
El caso es que el jueves conocí a dos de las protagonistas de ‘GH17’: Bárbara y Adara. Durante mucho tiempo formaron en la casa un tándem divertido, gamberro, entretenido y loco. Luego, ya se metieron en un bucle demasiado espeso y me empezaron a hartar un poquito pero, en cualquier caso, justo es reconocerles que han sido dos concursantes brillantísimas. Tanto una como la otra merecían estar en la final. Bárbara por entusiasta, y Adara por entregada a la causa del ‘reality’. No vi excesivamente preocupada a esta última por su expulsión. Creo que ella misma se daba cuenta de que la casa la estaba volviendo del revés. Me gustó su risa, sincera y expansiva.