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Escribo el sábado por la mañana desde un avión que me está llevando a Ibiza. Lo que son las cosas: ayer vieron ‘Cantora: la herencia envenenada’ millones de personas. Hoy actuaré para ciento veinte, que es el aforo máximo permitido en el teatro en el que representaré ‘Desmontando a Séneca’. Me hace feliz pasar del vértigo de la televisión a la intimidad del teatro. Después de lo vivido ayer, necesito coger aire, tomar distancia, valorar lo que ha sucedido. Porque ayer fue tan fuerte lo que sucedió que parece que no sucedió nada, que diría Benavente en ‘La malquerida’. Al finalizar la noche, recibí un mensaje en mi Instagram que decía: “Kiko podría escribir los versos más tristes esta noche”. Me conmovió porque ayer, al acabar, daban ganas de abrazarle, de protegerle, de decirle que luche, que recurra a quien sea para no volver a caer en esas noches que oscurecen el alma.