No voy a disculpar algunos comportamientos de Ángel Garó pero sí que acierto a comprender algunos de ellos. Garó pertenece a esa generación de artistas que cada vez que salía por la televisión se paralizaba el país. Convivir con esa popularidad no resulta tarea fácil. Los tímidos como él se protegen creándose una coraza impregnada de soberbia y cuando uno es tan sumamente conocido comienzan a surgir a tu alrededor personas que sólo desean aprovecharse de ti. Sobre todo en el terreno económico. Y es entonces cuando resulta más que probable que te conviertas en un ser desconfiado y solitario.
Pero no es ese el mayor defecto de Garó. Lo que le ha llevado a su actual estado de insatisfacción es su incapacidad para aceptar que la televisión ya no es lo que era. Que lo que antes valía ahora funciona algunas veces y otras no. Que las trayectorias no son para siempre, sino que el público ama y olvida de un día para otro.
Cuentan que Ángel Garó ha visto infinidad de veces “El crepúsculo de los dioses”. No me extrañaría. Debe verse identificado con esa soledad en la que vive Norma Desmond, en esa profunda desolación que le produce ver cómo las estrellas del cine mudo son arrinconadas porque no saben adaptarse al cine sonoro. Garó tiene maneras de estrella antigua y actitudes molestas pero no seamos injustos: su paso por GHVIP6 nos ha dejado momentos tan estelares como inolvidables. Ahora le toca a él y sólo a él decidirse: adaptarse a los nuevos tiempos o vivir añorando tiempos mejores.