Es el Centro Dramático Nacional con patas. Todo le afecta: que llueva, que haga calor, que se le rice el pelo o que la ensalada tenga demasiado vinagre. No me extraña: si te pasas la vida escuchando canciones tan desgarradas como las que canta tu tía supongo que tiendes a equiparar la vida a una copla. Anabel es una yonqui de las penas cotidianas. A ella, el devenir del mundo se la pela bastante. Pasa de Grecia, de Mario Draghi y del avance de la izquierda radical en España. A ella le hace feliz que a Cantora no le tiemblen los cimientos, o sea que tiene todos los números para vivir en permanente estado de infelicidad. En el polígrafo le salió que tiene sueños eróticos con Kiko Hernández. Otra. Resulta curioso que el que aparentemente más pase del sexo tenga cola para rellenar su cama. En un descanso del polígrafo Patricia, mi subdirectora, me insinúa que podríamos salir a tomar una copa después del programa. Se lo decimos a la Patiño y nos contesta: “Es que yo tengo que coger un AVE a las cinco de la tarde”. Abortamos pues la Operación Copa Tras El Programa. Si salimos juntos estas tres bombas de relojería es bastante probable que María pierda el AVE. Si se sale, se sale. Ir “pa na” es tontería.