Me la encuentro por los pasillos de Mediaset y le digo: “Déjame que me haga una foto contigo que me vendes mucho”. Y es verdad: una foto con la Quintana siempre viste. Al ver el resultado, flipo: parezco su hermano mayor. Ana Rosa ha vuelto espléndida de las vacaciones. La he echado de menos en verano: mis mañanas no eran las mismas. A mí me gusta hacer gimnasia viéndola, intuyendo con qué tertulianos se lleva bien y a cuáles no soporta, escuchándola reír. La hora que paso en el gimnasio se me hace más soportable con ella de fondo. Hace un programa muy bueno. Tendemos a menospreciar la televisión que se hace en nuestro país pero no creo que el magacín de Ana Rosa tenga nada que envidiar a los que se hacen en Estados Unidos.
Durante el encuentro aprovecho para pedirle que me lleve a promocionar mi segunda novela, “Último verano de juventud”. Me explica que tendré que esperar un poco porque ahora están muy liados con el juicio a los padres de Asunta. Yo no hubiera podido formar parte del jurado popular. Las lágrimas de Rosario Porto no sólo no me conmueven sino que me inspiran sentimientos detestables y la chulería de Alfonso Basterra me enerva.