Programas de televisión que he visto esta semana: el de Mercedes Milá entrevistando a Miguel Bosé y el especial 'Ana' que emitió Telecinco. Como a estas alturas de la semana ya se habrá hablado mucho sobre la protagonista del especial me detendré en una de las secundarias que apareció en él: Susana Uribarri. La amo. Representante de Obregón y de Tamara Falcó, lleva en este negocio desde que se inventó así que sabe más que los ratones coloraos.
En un momento del especial la compañera desplazada en Miami la pilló para que hablara con Santi Acosta y Uribarri aceptaba como a regañadientes, quejándose con una sonrisa de ser abordada en plena calle mientras paseaba con su hija, una joven que no había más que verle unos temblorosos labios para darse cuenta de que no sabía dónde meterse aunque entendía que todo lo que estaba sucediendo eran “cosas de mamá”.
Total, que estaba Susana Uribarri en plena calle miamense muerta de calor y con una voz más propia de haber salido de un after que de cantar gregoriano –“los aires acondicionados” decía–, con su tímida niña al lado y dispuesta a charlar con el plató de Madrid tras ser abordada. Repitió muchas veces ese verbo. Me temo que no estaba escogido al albur. Si pretendía dejar claro que su presencia en el programa no estaba pactada no coló. Porque una vez que se colocó su pinganillo y saludó con su proverbial sonrisa parapetada tras unas gafas de sol de 53 pulgadas –ni una más ni una menos–, soltar toda una ristra de chorradas sobre la bebé –“está para comérsela”, “es una glotona”–, fue directamente al turrón. “El libro ya va por la tercera edición”, proclamó con alegría. Esperó un poco y lo dijo una segunda. Y creo que hasta una tercera vez. Esa es mi Susana Uribarri. La que no da puntada sin hilo. Como sabe del impacto que causan esos mensajes no está dispuesta a desaprovecharlos. Estoy convencido de que esa noche la editorial dio la orden de imprimir una cuarta edición.
Dado que Tamara Falcó y la Obregón comparten como representante a Uribarri no me extrañaría que se produjera un ‘crossover’ y la marquesa de Griñón obligara a comprar un ejemplar a todos aquellos que acudan a su boda. Con lo difícil que es vender libros, bienvenida sea cualquier iniciativa. Por cierto, me encantó Boris Izaguirre cuando le preguntó a Uribarri si advertía en la niña inquietudes artísticas. Pero me gustó todavía más que Susana se tomara en serio la pregunta.