Acabo de cumplir 52 años y es un número que ni fu ni fa. No me mata

A partir de ahora había pensado en quitarme un par de años y redondear hacia abajo: 50. Acabo de cumplir 52 años, pero con el rollo de la pandemia los dos últimos han sido para descambiarlos, que diría mi Mila. Los míos y los de tantas otras gentes que conozco. Pero no, he decidido que no voy a mentir. Más que nada porque para atrás... ni para tomar impulso. 52 es un número que ni fu ni fa. No me mata. Me gustan más los impares, pero es que ya estoy harto de perder el tiempo y tengo pensado exprimir los 52 a base de bien. He venido a Badalona para celebrarlo con mi familia, que es un lugar en el que se está muy bien cuando se está bien. Y yo con ellos me lo paso bien, porque me gusta escuchar conversaciones ajenas a mi mundo.

Jorge Javier Vázquez junto a su madre celebrando su cumpleaños.

Desde que entro en casa de mi madre no paro de comer hasta que me voy, que es algo que parece que les pasa a todos los hijos que viven en distinta ciudad que sus padres. Y es que los padres tienen unas paradojas muy curiosas. Mi madre me dice que no tengo que engordar, que lo que tengo que hacer es mantenerme en este peso porque estoy mucho mejor que cuando estaba redondo como una peonza. Pero no para de ofrecerme comida. Y qué voy a hacer, pues comer. Recuerdo que en Niza había un puesto de gofres con un cartel bien grande que decía: “Las calorías del fin de semana no cuentan”. Yo solo espero que las calorías que ingerimos en casa de nuestras madres cuenten la mitad que las normales. Después de decirle 20 veces que no quiero cenar –“¿Ni unas fresas?”–, he acabado rindiéndome y voy a tomarme un poquito de gazpacho (más o menos medio litro) y un poquito de pan (media barra) con pavo (unos 200 gramos), además de una buena cuña de queso. Este es mi último post del mes de julio. En agosto voy a estar de vacaciones, pero igual me da por escribir. No lo sé. Me gusta no saber. Sí tengo claro que en septiembre nos volvemos a encontrar y nos ponemos al día. Sed muy felices. Es una orden de vuestro pequeño dictador.