Un confidencial hace un repaso a mi vida y saca una foto del Orgullo. Sí, aquel Orgullo famoso en el que me pillaron pasándomelo bien. Hay veces que sacan esas fotografías para avergonzarme. No lo consiguen. Yo veo a un chico feliz. Tenía treinta y pocos años y no tenía tanta confianza con la melancolía como ahora. Era un joven que se apañaba más o menos bien con la vida. Tenía ganas de salir, de divertirme, de pasármelo bien. Salía sin descanso y me retiraba siempre el último porque pensaba que si me iba a casa seguro que me perdía lo mejor. Reía. Mucho, muchísimo. Ahora lo hago menos, creo que es cosa de la edad. Me gusta ver a ese chico de la foto del Orgullo. Descamisado, con un copazo en la mano, despreocupado. Con sonrisa de sábado cuando los sábados tenían misterio. Ahora los utilizo para descansar. Qué mal. Antes me servían para soñar.