Tamara tiene todos los números para calzarle hostias hasta en el cielo del paladar. Pero la ves en la entrevista que le dio a Bertín, y tus malos instintos desaparecen a las primeras de cambio. Yo la he adorado, la he detestado, la he castigado con el látigo de mi indiferencia y ahora vuelvo a amarla de todo corazón. Me gustaron muchísimas cosas de la entrevista con Osborne pero, sobre todo, la manera en la que se refería a su madre. Porque hasta la mismísima Tamara describe a Preysler como una mujer con características marcianas. Imita su tono de voz, se ríe de su excesiva coquetería, e ironiza sobre el amor que “mami” tiene por las cenas de postín. En una de las reflexiones que ya quedan para la historia, Tamara vino a decir que pensaba que era un coñazo tener a un premio Nobel en casa porque parece que tienes que hacerte la inteligente todo el día. Pero en realidad la presencia de Vargas Llosa está ayudando a normalizar la vida de Preysler. Gracias a él, la emperatriz del colorín coge taxis y va al cine. Tiene Tamara un punto de ingenuidad que engancha.
Es una especie de espíritu puro que sigue viendo el mundo a través de los cándidos ojos de una niña. Es imposible meterse con ella porque es la versión femenina de ‘El principito’. No creo que se case porque no debe haber nacido un muchacho tan bendito como ella. Tamara Falcó es un ser celestial que ha venido al mundo para regarlo de sonrisas y buenos deseos. Es la versión ultrapop de la Julie Andrews de ‘Sonrisas y lágrimas’, pero sentimentalmente le espera un futuro más propio de Mary Poppins porque su reino no es de este mundo.