Desayuno dominical en casa de mi madre con hermanas, cuñados y sobrinos. El
tema más tocado son los Goya. Mi madre, con ochenta y cinco años, afirma que Richard Gere está muy bien para los suyos. Entre los miembros de mi familia salieron muy bien paradas Hiba Abouk, Nieves Álvarez y Juana Acosta, aunque esta última más por detrás que por delante. Sobre la gala se destaca lo pesados que fueron la plana mayor de los discursos de los premiados. Le pregunto a mi madre que si le gustaría que le saliera un novio como Richard Gere. Su “no” es rotundo. Que ella está muy bien como está. Por mucho que le insisto, no hay quien la baje del burro. ¿Rechazaría yo a un Richard Gere? Jamás.
Un desastre sentimental
Quizás sea cosa mía pero las mujeres suelen enfrentarse a la soledad mucho mejor que los hombres. Creo que tienen más recursos para seguir adelante. Tiran de amigas, se apuntan a actividades. ¿Quiénes frecuentan los clubes de lectura? Las mujeres. ¿Quiénes van mayoritariamente al teatro? Las mujeres. No tienen reparos en compartir sus emociones. Disfrutan con las sonrisas y son solidarias con las lágrimas ajenas. A los hombres nos cuesta más pedir ayuda en momentos de zozobra quizás porque desde pequeños nos han inculcado que la fortaleza debe ser una de nuestras cualidades.
Entiendo que la gente joven no estará ahora recibiendo esa educación tan absurda. A mí me cuesta mucho pedir un abrazo. Tengo que sentirme muy relajado y tener confianza con una persona para recibir un abrazo impregnado de cariño. Al contrario, me tenso y me transformo en un bloque de hielo. Las muestras de cariño provenientes de desconocidos me dejan petrificado. Primero me muero de vergüenza y después, cuando estoy solo, las agradezco interiormente. Pero entonces ya es tarde porque la persona ha desaparecido y a mí me queda un leve poso de frustración. Así soy yo. Un poco desastre emocionalmente hablando.
Me gustaría tener pareja
Hacía referencia un poco más arriba a la soledad. Últimamente no hago más que escuchar a mucha gente que tiene ganas de echarse pareja pero que el mercado está muy mal. Hay algo que se me escapa: todos estamos buscando pero muy pocos encuentran. ¡Ay! ¿Así que yo también estoy buscando? Creo que sí. Me gustaría tener pareja. Creo que es ahora, a mis cincuenta y cuatro años, cuando estoy realmente preparado para tenerla.
Antes pensaba que la persona que llegaba a tu vida lo hacía para salvarte. Ahora ya tengo claro que la salvación no solo no depende de la otra persona sino que, sencillamente, no existe. He tenido dos novios y no creo que haya sido una buena pareja. Tenía demasiados miedos, demasiadas angustias, demasiadas inseguridades, demasiadas contradicciones. En este momento de mi vida sé más o menos quién soy. Me ha costado lo mío pero lo he logrado. No se puede estar con otro si no tienes ni idea de quién eres.
Así, una vez que te tienes más o menos claro, tienes la capacidad de estar por el otro. De mirarle, observarle, comprenderle. A veces pienso que quizás no aparecerá nunca más otra persona en mi vida. Un día me inquieta. Otro, un poco menos. Con los años he aprendido, eso así, a dejarme llevar. A confiar en el destino, que es un comodín muy socorrido en estos casos.
Se buscan culpables
Otro de los temas que aparecen en el almuerzo dominical: el de Anabel Pantoja. Detecto un soberano hartazgo, debido quizás a que se estén dando demasiadas vueltas sobre un mismo asunto sin llegar a ninguna conclusión. Se habla y se especula para al final desembocar en la incertidumbre. La película se está haciendo demasiada larga y no tenemos culpables, que es lo que estás deseando que aparezcan cuando todo se vuelve tan turbio. Lo peor de todo es que con el caudal de información/ opinión que se vierte diaria- mente por diferentes medios no se puede evitar que no florezca la sombra de la duda. El “y si...”. Hay una menor de por medio y cuando se habla de ella parece que se hace con cuidado aunque casi siempre se acaba metiendo la pata. Visto lo visto da la impresión, equivocada por supuesto, de que la niña tenga menos derechos por ser hija de Anabel Pantoja.
Una Eva al desnudo
Veo a Rosa Benito en ‘¡De viernes!’. El programa le hace un vídeo recogiendo algunos de sus mejores momentos en televisión. Muchos de ellos pertenecen a ‘Sálvame’ y reafirman una idea que desde hace tiempo retumba en mi cabeza. Si un buen equipo de guionistas se dedicara a editar los casi quince años de ‘Sálvame’ nos encontraríamos ante una de las mejores series de la televisión española. Majestuosa. Imponente. Con todos los elementos habidos y por haber: amor, humor, desamor, lealtad, traición, emoción, intriga, traiciones, reconciliaciones. Una serie con protagonistas extraordinarios y secundarios apoteósicos. Sé que Rosa Benito ha sufrido en ‘Sálvame’. Lo he vivido muy de cerca. Pero en cuanto le pusieron el vídeo de sus mejores momentos no podía evitar que apareciera una sonrisa. Creo que incluso ella misma se sorprendió de lo potente que eran las imágenes.
Es que había de todo: risa, llanto, euforia, desesperación, hartazgo, alegría. Rosa Benito pasó de peinar a la Jurado a sentarse, sin experiencia alguna, a trabajar como colaboradora en los platós de televisión. Logró convertirse en un personaje fundamental del universo ‘Sálvame’ porque tenía un increíble olfato televisivo. Un manejo del escenario impropio para una mujer que jamás había pisado ninguno. Puede que se debiera a las horas y horas que pasó viendo a la Jurado entre bambalinas, así que podríamos decir que estamos ante un ‘Eva al desnudo’ de manual. A Rosa se le ofreció la oportunidad de trabajar en televisión y la pilló al vuelo. Sudó la camiseta y acabó emocionalmente magullada. Entiendo que ahora está disfrutando de una etapa de su vida más tranquila pero su pasado televisivo trufado de conflictos fue gloria bendita para los espectadores.