2016, el año en el que nos quedamos sin Bowie, pero, también, en el que la humanidad entera se reencontró con su pasado. Vivimos envueltos de una bruma nostálgica que nos hace recordar con una profunda añoranza aquellas cosas que nos encantaban hace unos años. Y, a veces, no es necesario que haya pasado más de una década como ocurre con OT, sino que con que pasen unos cuantos, seis por ejemplo, como en el caso de ‘El Internado’, a nuestros ojos les basta para empañarse de lágrimas. ¡Pero qué sentimentales estamos hechos!
El año empezó fuertecito con la reunión que tuvieron los chicos del Colegio Azcona, ya sabéis, los ‘Compañeros’, Luismi, Valle y compañía. Los actores se reunieron en un plan informal, que al final se tradujo en una gran repercusión mediática. Al final, los fans de la serie conseguimos lo que llevábamos años pidiendo: que se volviera a emitir la serie.
Ellos abrieron la veda, y a partir de ahí, un sinfín de reencuentros de los que hemos sido testigos, la mayor parte de las veces, a través de las redes sociales.
Pero pocos han habido tan esperados y mediáticos como el de OT. La primera generación de alumnos surgidos de La Academia nos llegó al corazón y nos tuvo hablando de ellos desde el verano hasta noviembre. ¡Qué digo noviembre! ¡En diciembre aún colea la famosa cobra! Primero fue quién no estaría en la reunión, qué cantaría cada uno, cómo serían los documentales, el concierto… los ‘triunfitos’ han estado este año tan en boga que pareciera que estuviésemos, de nuevo, en 2001.
Y tras ellos se desató la furia. Si en su día pusieron de moda los ‘talent-show’ musicales, ahora han conseguido lo propio con volver a ver a los antiguos compañeros de serie o de reality, pues, amigos, los reencuentros llegan a todos los formatos.
Desde entonces los hemos visto de toda clase y colores. Televisados, como el de UPA, o el próximo de GH, desde ‘Qué tiempo tan feliz’ u ‘Olé olé’; y otros más sencillos y más naturales, como el de los actores de ‘Hospital Central’ y ‘El Internado’, sentados a la mesa y con un buen plato de comida delante.
Y al final, aunque la pereza podría pesar tanto como para desaprovechar la oportunidad de encontrarse con el pasado, ganan las ganas de saber cómo está un antiguo amigo, volver a ser quien eras y recordar las anécdotas que te convirtieron en la persona que eres hoy día. Para que luego digan que esta clase de reuniones no sirven nada más que para generar tensiones.