‘Masterchef’ ha finalizado a su cuarta edición y podemos afirmar, sin llegar a equivocarnos, que esta, de lejos, ha sido la más polémica de todas. Virgina, la gemela que menos confianza tenía en sí misma, ha conseguido el título en el año en el que se ha hablado de todo menos de las dotes culinarias de los aspirantes.
En una final reñida, en la que la jerezana se midió con Ángel, el concursante que fue escalando posiciones sin hacer grandes alardes, trabajando duro y sin ser uno de los perfiles más sobresalientes al principio, el talent-show gastronómico de La Primera se despidió repleto de momentos que han dado de qué hablar más en las redes que las cocinas, como por ejemplo:
- 'La bomba de sangre'. Si hay un plato que podemos equiparar con el ‘León come gamba’ de la anterior, es este. Presentado por Aniuska, la aspirante que antes se quitó el delantal en las cocinas, fue una oda al azúcar a loco. Como ella era atleta, no estaba muy ducha en las recetas de postres. El jurado la trató sin piedad, y ella lloró amargamente.
- Machismo a diestro y siniestro por cortesía de Jordi Cruz y Pepe Rodríguez. Sabemos que en el programa ABSOLUTAMENTE TODO está guionizado, pero no sabemos a quién culpar, ¿guionistas? ¿productores? ¿jefes de la cadena? Al final los que salen perdiendo son los brazos ejecutores, en ese caso los chefs. Los dos han dado clases magistrales de todo lo que no se debe decir a mujeres en la televisión, y menos en una cadena pública, que, asumimos, debe dar ejemplo. Han piropeado a una aspirante, que finalmente no entró a concursar, por sus atributos físicos y haber posado desnuda (mientras en montaje se encargaron de incorporar el añejísimo ‘tariro tarirooo’, sinónimo de algo sexy), Natalia sirvió para dar juego por su belleza y por una supuesta atracción con Jordi, y Pepe llegó a decir a Samantha que vigilase las calorías (¿no os habíais enterado que las calorías solo afectan a las personas con vagina? Pues parece que sí). Probablemente, nos dejaremos alguno en el tintero porque esta edición ha sido un no parar de momentos en los que poner los ojos en blanco.
- El papel de las mujeres sigue sin estar claro. Esto tiene mucha vinculación con lo anterior. El público todavía se pregunta qué demonios pinta Eva González cuando en el resto de ediciones internacionales la figura de presentadora no existe. Van al meollo y son los jueces los que conducen el espacio. De lo más flagrante resulta también la participación de Samantha Vallejo-Nágera, a quien personalmente me gusta ver en sus programas de cocina, donde tiene desparpajo, gracia y una habilidad estupenda entre fogones. Aquí Samantha no importa. Mientras que los dos jueces masculinos llevan la voz cantante y se pican en las pruebas por equipos, a ella la relegan a los postres. ÚNICAMENTE A ESO. Además, siempre tenemos la sensación de que opina en último lugar y su visibilidad queda reducida, a veces, a los colores brillantes con los que tiene a bien vestirla Huga Rey, responsable de estilismo.
- Las críticas, a veces demasiado severas, de los jueces. Este sentir es generalizado en las redes. Los usuarios de Twitter consideran que Samatha, Pepe y Jordi se ceban con los concursantes. Los hemos visto estrellar platos, pronunciar las palabras ‘incomible’ y no abundan las palmaditas en la espalda. Así es normal que el estado de estrés y nervios de muchos participantes sea altísimo. Ángel incluso llegó a quejarse de que Pepe se reía de ellos cuando presentaban un plato.
- Un casting con historias dramáticas. Todos sabemos que en televisión gustan los perfiles que se convierten en ejemplo de superación, pero parece que en ‘Masterchef’ están abusando de este recurso. En las redes los han descubierto y les chirría que muchas veces se busque la historia detrás del concursante más que su talento culinario. Tampoco gusta que las animadversiones entre participantes sean, a veces protagonistas de las conversaciones (este año Reichel y Esmeralda se han llevado las cuchilladas por la espalda del resto).
- Aburrimiento generalizado. Parece que vista una edición, vistas todas. Y esto sucede porque las pruebas se repiten con mucha asiduidad: cocinar a la vez que un gran chef, la prueba por equipos del hotel (contestando al teléfono con su respectiva ración de equívocos por no manejar el idioma), la subasta de minutos… Siempre parece que ya hemos visto esos momentos antes. Y así es. 3 veces antes, para ser más exactos.
- Y para terminar: el pregón del Orgullo. La semana pasada se hizo público que los encargados de dar el pregón en las celebraciones del Orgullo Gay en Madrid iban a ser Pepe, Samantha, Jordi y Eva, pero ya que jamás han aportado absolutamente nada a la lucha por los derechos del colectivo LGTB, y tras presentar una petición con miles de firmas en su contra, la organización se cargó el pregón de este año. Radical, pero ha dejado a todos contentos.
¿Nos devolverá la ilusión en el programa la versión con famosos, 'Masterchef Celebrity'?