Tamara Falcó ha reaparecido esta tarde ante los medios tras su sonadísima ruptura con Íñigo Onieva. La cuarentañera lo hacía con la mirada triste, pero con una actitud relajada. Se sabía respaldada por la opinión pública y, por si fuera poco, la prensa le ha aplaudido a su llegada para arroparla aún más. Tan relajada se ha sentido, que hasta ha llegado a bromear sobre la relación de su madre, Isabel Preysler, y su ya ex yerno.
“Mi madre ha sido un apoyo fundamental”, aseguraba Tamara Falcó, quien, al comienzo de la rueda de prensa, ha querido agradecer tanto a ella como a su hermana Ana (que ha viajado desde Dubai) y a todos sus amigos lo mucho que la habían ayudado en unos momentos tan difíciles. Nada más reconocer que las infidelidades habían sido verdad, la chef abandonó el domicilio que compartían en el centro de Madrid y se marchó al chalet familiar en Puerta de Hierro. La casa de su madre, pero, también, su hogar y donde más segura se siente.
Tamara Falcó que, a pesar de su inocencia innata, sabe manejar la ironía como pocas celebridades, ha bromeado sobre uno de los grandes elefantes dentro de la habitación: la supuesta mala relación de Isabel Preysler e Íñigo Onieva. “Creo que fue ella quien filtró los videos”, ha dicho entre risas, con esa naturalidad desarmante tan suya, que a uno le hace preguntarse ¿Está diciendo la verdad o solo es una broma? Ironía, ironía. A sus 40 años, la colaboradora de ‘El Hormiguero’ es lista y maneja el lenguaje, sus giros y sus tonos de manera bárbara. Ha llovido mucho desde aquellas primeras entrevistas en las que la joven decía lo primero que se le venía por la cabeza.
Sin 'feeling' entre Isabel Preysler e Íñigo Onieva
Mucho se ha hablado acerca de cuál era la verdadera relación entre Isabel Preysler y el entonces novio de su hija Tamara. Se decía que no había feeling, que ella le advertía de manera constante acerca de que él no era el hombre indicado para casarse y formar una familia, pero como hoy ha dicho Tamara Falcó, ella estaba cegada de amor, “decidí apostar por él”. Apostó, como en la ruleta, y perdió. O quizás ganó, porque se está llevando un aprendizaje valiosísimo: a quererse por encima de a los caballeros que pueda o no tener el día de mañana a su lado. Y eso es un auténtico premio gordo.