Tamara Falcó se encuentra en uno de los mejores momentos de su vida. Si a nivel profesional no le puede ir mejor con infinidad de nuevos proyectos de publicidad, su participación en televisión y su faceta como diseñadora, a nivel personal no le va peor y es que hace seis meses el amor llamaba a su puerta bajo el nombre de Íñigo Onieva.
Pocos son los que ya relacionan a Tamara Falcó con su madre, Isabel Preysler, o alguno de sus famosos hermanos. La joven se ha hecho a sí misma y no puede estar más orgullosa.
En una entrevista muy sincera a la revista 'Vanity Fair', la colaboradora de 'El Hormiguero' ha hablado de cómo le afectó la subida de peso que protagonizó en 2016 a consecuencia de una etapa de inestabilidad emocional: "En esa época desayunaba filetes empanados", admitía sin reparo, una mala alimentación que la llevó a ganar más de 20 kilos, un cambio de imagen que no pasó desapercibido para nadie y es que confiesa que se miraba al espejo y no reconocía lo que veía.
En un alarde de sinceridad y con el tiempo como mayor medicina, Tamara Falcó manifestaba en dicha publicación las consecuencias que tuvo esa subida de peso no solo a nivel personal sino profesional: "Lo pasé muy mal. Muchos contratos que tenía firmados se cayeron. Algunas marcas me dijeron que mi físico no era el que requerían para sus productos. Me penalizaron".
Asegura que en ese momento sintió el apoyo incondicional de toda su familia, por muy lejos que estuviera: "Mi hermano Enrique no lo comprendía. Me decía: 'Tamara, ¡no te pueden dejar sin trabajo por haber engordado!'". La hija de Isabel Preysler, muy cauta, intentaba justificar la acción: "Yo, en parte, entendía que habían contratado una imagen y ya no era la misma, pero tengo dudas sobre si eso era ético", sentenciaba.
Afortunadamente, pudo superar esa crisis de estrés y recuperó su autoestima. Hoy en día es una mujer renovada y repleta de éxitos.