El mes de mayo del año 1995 nos quedamos sin Flores con las que deleitarnos. En cuestión de 15 días se nos fueron Lola y su hijo, Antonio. Con sus muertes, la cultura de esta país se quedó desolada, pero nada en comparación con la familia González Flores que se retorcía de dolor tras las impactantes pérdidas. Hoy, 22 años después, las hermanas recuerdan al que fue uno de los compositores y artistas de mayor sensibilidad.
Lolita contó en su entrevista con Bertín Osborne (es curioso que ahora ella le sustituya en TVE) que Antonio no murió de sobredosis, como constó en la autopsia, se marchitó de pena al verse sin su madre. El vínculo que unía a la Faraona con su único hijo varón era tan intenso, que cuando esta desapareció, víctima de un cáncer de mama que arrastraba desde los años 70, Antonio no lo soportó. Su corazón se partió en tantos pedazos que le fue imposible recomponerlos. Así, sin poder rehacer este puzle, se entregó a su destrucción, solo quería acabar con la pena, irse con la mujer que siempre le protegió. Sin ella se encontró desamparado.
Lola construyó en el Lererele, su chalet en Alcobendas, una casita de madera para tener siempre cerca a su niño. Así podían estar uno al lado de la otra. Él la necesitaba a ella, pero ella también. Se preocupaba mucho por el compositor de ‘No dudaría’ y, de esta manera, podía vigilarle. Lola no podía dejarle solo, así que se lo llevó consigo. Una vez más, la madre velaba por su hijo.