No sabía si contarlo o no. De hecho, Rosa López le dijo a Bertín Osborne que primero tenía que preguntar a su madre si podía. Como un niño que pide permiso a sus mayores antes de ir a jugar. Lo de la granadina no era ningún juego, era su historia, la manera en la que ella la había vivido, pero, sobre todo, cómo la había sentido.
López no pronunciaba la palabra ‘boicot’ pero la describía a la perfección. Detallaba la supuesta confabulación que sufrió en un momento de su carrera y que hizo que nada volviese a ser igual. Ella, que tenía absoluto desconocimiento de lo retorcida que puede la industria discográfica, y no sabía la cantidad de dinero que se movía en torno a ella, se vio envuelta en unos ‘chequeos médicos’ de lo más sospechosos.
“Yo estaba en una gira impresionante. Salí de OT, representé a España en Eurovisión, una gira enorme… Yo no estaba mal, pero hubo un día que una chavala me empezó a decir ‘¿estás bien Rosa?’ y después me lo volvió a hacer. No sé qué paranoia tenía esa mujer en la cabeza… se empeñó en que estaba mal y por cojones quería traer un médico, que no era ni médico (…) Se puso a mirarme las cuerdas vocales con una lupa de dentista, después le pregunté a mi pareja, que era otorrino, si eso era posible y me dijo que no se podían ver así. Entonces el doctor sacó un maletín con una jeringuilla y un bote con un líquido de un color azul y blanco y me pusieron una inyección no en el brazo ¡sino en el trasero! ¡No se qué me pincharon en el culo!”, a partir de ahí notó una mejoría que se tornó en una debacle.
“Al tercer concierto, cuando estaba en la sexta canción, no es que no pudiera cantar, ¡es que me estaba asfixiando!”. Tardó casi un año en recuperar la voz y que esta volviera a ser la que era. ¿Trató ‘una mano negra’ de quitarla de en medio? Ella lo resumen así “lo he contado porque no quiero que mi vida sea una mentira”.