Rocío Carrasco recuerda perfectamente haber escuchado a Amador Mohedano en conversaciones relacionadas con el Museo cuando su madre, Rocío Jurado, estaba ingresada en Houston. “Él coge las ruedas del proyecto, en un principio, sin que yo supiese nada”, explica la hija de la cantante. El Museo estaba en ese momento en una fase muy embrionaria y ya empezaban a verse irregularidades y dificultades que impedían que siguiese el ritmo normal de las gestiones. “Yo nunca lo firmé porque no veía la cosa clara, veía que se paraba y me chirriaba”, asegura Rocío Carrasco. Una actitud prudente que no observó en su tío Amador Mohedano.
Los primeros proyectos del Museo de Rocío Jurado en Chipiona se encontraron con obstáculos insalvables. Cuando este llega a manos de Rocío Carrasco, una vez fallecida su madre, se planea instalar el museo en el antiguo cine de invierno de Chipiona. El problema es que, al derribar el edificio, se encuentra amianto y esto impide poder continuar. “Yo hasta ese entonces con Amador hablo de continuo”, explica Rocío. “Voy despachando con el lo que me parece, lo que no, qué le parece a él…”.
Con lo que no contaba Carrasco era con los supuestos tejemanejes que Amador había estado ya haciendo. “Al cabo del tiempo me enteré que ahí iba a haber un parking y creo recordar que alguien me dijo que se había hablado con Amador para que pudiera gestionar ese aparcamiento”, explica la hija de la más grande. “Volvemos a lo mismo, es un interés económico, da igual lo que pase, firma, hazlo ahí que es muy bonito y que este alcalde es maravilloso. Yo tengo contacto con él, le pido opinión, lo que pasa que él sigue teniendo conversaciones a mis espaldas con el equipo de gobierno, sigue haciendo de las suyas y sigue trapicheando”.
Ese es solo el principio de la relación de Amador Mohedano con el Museo dedicado a su hermana. Un cúmulo de circunstancias que terminan con el hermano de Rocío Jurado viendo como se prescinde de sus servicios tras el escándalo de las fiestas celebradas por las noches en las instalaciones.