“En mi familia somos los Kennedy del cáncer”, así encaraba Quique Peinado, colaborador de ‘Zapeando’ su columna para El Mundo. El periódico le había pedido un escrito de humor, pero el tuitero dejó los chistes para otro momento porque necesitaba ponerse serio para hablar de un tema que le resultaba especialmente doloroso y conocido.
“Mi padre murió de cáncer. Mi madre pasó dos y le extirparon la matriz y los ovarios en previsión de otro”. Se refería a ellos como héroes, personas que ponen todo lo que está de su lado para vencer la maldita enfermedad y que tratan de sacar fuerzas de flaqueza. Sí, ellos son auténticos héroes, pero Quique quería hablar sobre los que un día dan un manotazo en la mesa y dicen que ya no pueden más. Que ya no quieren seguir con eso. ¿Qué pasa con ellos? ¿Ellos no son dignos de vítores y medallas? Por supuesto que también, por eso pide que se hable de estos casos, de las personas que quisieron vivir el tiempo que les quedaba a su manera, sin someterse a tratamientos.
“Un amigo mío (un conocido, más bien) murió de un cáncer de colon tras mucho tiempo de pelea (…) Tras aguantar mucho, y aunque los médicos le dijeron que aparentemente no había solución pero que la vida siempre se puede alargar un poco más, decidió que ya era suficiente, escribió un mail a sus amigos despidiéndose y diciendo que no quería luchar más y esperó la muerte”, cuenta Quique, que conoce casos en los dos lados, los que han luchado y los que se han dejado llevar. Ambos se merecen todo su respeto. “Parece que no luchar condena a la invisibilidad, que decidir que ya basta de dolor y pena con entereza no cuenta. Como si no fuera increíblemente admirable decirle a la muerte que venga, que te espero, que me has ganado”.
Contemos la historia desde todos lados, no culpemos a los que no quisieron seguir ‘lo establecido’, aplaudamos las decisiones de todos, apoyemos y estemos ahí para todo lo que nos puedan necesitar. No podríamos estar más de acuerdo con las líneas escritas por Peinado.