Cuando todos los ojos están puestos en Luis Miguel y Paloma Cuevas, y más aún después de que el artista se haya declarado y le haya pedido matrimonio; uno podría preguntarse, ¿qué ha sido de Enrique Ponce y Ana Soria? Ellos fueron la pareja de moda hace tres años. Su relación estaba en boca de todos, pero pronto optaron por abrazar un perfil mucho más bajo. Y así siguieron hasta ahora. Los ‘reels’ infinitos y las demostraciones de amor en redes dieron paso a no compartir nada de su relación y, salvo la visita a ‘El Hormiguero’ de hace unos meses, la pareja se prodiga poco en los medios. Así es la vida actual de la pareja que llenó más titulares y que acabó volviéndose invisible.
Enrique Ponce y Ana Soria, de todo a nada
Es raro que sus actuales planes trasciendan pero estos lo han hecho. El pasado fin de semana, aprovechando el buen tiempo, Enrique Ponce y Ana Soria pusieron rumbo a Marbella, donde estuvieron junto a unos amigos. Tal y como informa el periódico ABC, la pareja recorrió el paseo marítimo disfrutando del buen ambiente. Románticos, cariñosos y naturales, se fotografiaron con todos aquellos seguidores del diestro que quisieron tomarse una foto. Fue un fin de semana de relax que seguro les sentó de maravilla.
Actualmente, Enrique Ponce y Ana Soria viven en Almería, la tierra de ella. Cuando iniciaron su noviazgo, después de la mediática separación del primero, él se instaló cerca de la joven, que entonces vivía con sus padres. Al poco tiempo, ya compartían domicilio. La pareja se trasladó a una zona residencial, más tranquila y muy cerca de la playa; algo que los dos adoran. Un piso moderno, con una amplia terraza para que el perro que adoptaron pudiese disfrutar de la brisa marinera.
Y mientras todo esto sucedía, mientras Enrique Ponce y Ana Soria apuntalaban a marchas forzadas su relación, Paloma Cuevas luchaba por que su vida no se viniera completamente abajo. La modelo decidió que debía centrarse en las personas que más la necesitaban: sus hijas y sus padres. Ellos serían su salvavidas. Sorteó la peor tempestad que imaginó para sí misma; ella, que soñó toda una vida al lado del torero. Pero salió airosa. Y, una vez amainó la tormenta, fue a recalar a un plácido puerto. Un puerto que ya conocía de sobra, puesto que llevaban años siendo buenos amigos. En los brazos de Luis Miguel encontró refugio, comprensión y amor.
¿Se van a casar Paloma Cuevas y Luis Miguel?
Cuando empezó su relación con Enrique Ponce, Ana Soria aún estaba estudiando Derecho, así que su prioridad era continuar con su carrera; para el matador de toros era estar a su lado. Desde Almería, ella ha ido cursando sus estudios y él atendiendo a sus negocios. Cuando ha tenido que pasar tiempo con sus hijas, siempre con una enorme discreción, lo ha hecho. Un clima de absoluto secretismo en el que, aunque no pretendían ocultar nada, tampoco deseaban hacer una demostración pública de cada uno de sus pasos. Algo que sí hacían al principio y que les llevó a aprender la lección: cuanto más enseñas, más das lugar a que la gente opine. Así que replegaron velas.
Y, mientras, a cientos de kilómetros; Paloma Cuevas ilusionada como una chiquilla con uno de los mayores ídolos de la música. Ídolo también de su marido, al que trataba de emular. La relación de la modelo y diseñadora se ha construido entre Madrid y México. Ella se ha convertido en la gran inspiración de él. Ha cambiado de manera radical sus hábitos, y también su imagen. Está lleno de alegría y de ilusión; y eso se le nota. Para el artista, Paloma es su auténtica salvadora. Ella sí que es el puerto que le salvó en la tormenta de su vida. No es de extrañar que la quiera tener siempre a su lado. Y por eso le ha pedido matrimonio.
Pero Paloma Cuevas quiere ir despacio. Paso a paso. Así que, de momento, ha rechazado esa propuesta matrimonial. “Prefiere esperar un tiempo y que se asiente”, dice Paloma García Pelayo que desliza esta exclusiva desde 'Y ahora Sonsoles'. A la hija de Vitoriano Valencia le apetece paladear este noviazgo, disfrutar del cortejo y de los primeros meses repletos de primeras veces. Aunque él se impaciente, está claro quien marca los tiempos.