En 1971, Rocío Jurado había dejado su Chipiona natal y se había instalado en su primer piso en Madrid. Inauguraba casa en el Barrio de Salamanca, feliz por este nuevo capítulo de su vida y feliz también porque estaba enamorada. Se iba vivir con su primer amor, antes de que Pedro Carrasco llegara a su corazón y se convirtiera en el hombre más importante para ella. En 1971, La más grande lo quería todo con Enrique García Vernetta; y, de lo más ilusionada, posaba para las páginas de la revista Lecturas.
¿Quién fue el primer novio de Rocío Jurado?
“El verano pasado estuvimos enfadados, pero ahora hemos vuelto y hemos decidido casarnos”, nos contaba en confidencia. Rocío Jurado tenía 27 años y ya se imaginaba construyendo una familia al lado Enrique García Vernetta en este piso que ella misma había decorado.
Existen dos versiones acerca de cómo se conocieron. Una asegura que se cruzaron en un café, en Valencia, la tierra de él. Se gustaron e intercambiaron los teléfonos y se hicieron novios. La otra versión asegura que él, tras verla en una actuación, quedó impactado por su poderío e hizo absolutamente de todo para acercarse a ella. Se presentó en los camerinos con un regalo, y a ella le llamó la atención. De la manera que fuere, lo cierto es que estuvieron juntos más de una década; en la que formaron una sólida pareja. En lo amoroso y en los negocios. Y es que, antes de que Amador se ocupara de los contratos de la chipionera, lo hizo Vernetta. Él se convirtió en su mánager.
Doce años con sus altos y con sus bajos. Amagos de ruptura, como ella misma contaba a Lecturas, que quedaban en agua de borrajas cuando se sentaban a hablar. Habían planeado una vida juntos. De hecho, lo de mudarse a Madrid era una de sus grandes apuestas y proyectos en común. Los dos dejaban a sus respectivas familias con la idea de tener la suya propia. No fue una decisión fácil para ella, puesto que estaba profundamente vinculada a Chipiona, pero se autoconvenció. “Volveré en vacaciones”, prometió Rocío Jurado para sí. Regresar al hogar como el que vuelve al amante más fiel.
"Es una de las personas que más quiero en el mundo porque fue mi primer amor", dijo ella en infinidad de ocasiones. Le guardaba un especial cariño, porque él a su lado descubrió la pasión y la ilusión. Después vendría el amor más importante, Pedro Carrasco, y el maduro, representado por José Ortega Cano.
Así era la casa que compartieron Rocío Jurado y Enrique García Vernetta
Este precioso piso de materiales de primera calidad, con un parqué reluciente, se ubicaba en uno de los mejores barrios de Madrid. Antes de buscar la tranquildad de un chalet a las afueras de Madrid, Rocío Jurado fue vecina del barrio de Salamanca. Céntrico, repleto de comercios y restaurantes… el lugar perfecto para una joven moderna de su edad.
Rocío escogió esta vivienda y la decoró a su gusto. Empapeló paredes y buscó piezas de mobiliario que encajaran y que fueran las propias del domicilio de una estrella. Realmente estaba orgullosa de lo que había conseguido. “No hay nada como una casa confortable”, recogió Lecturas cuando la folclórica le abrió las puertas de su casa. Se sentía entusiasmada por poder tener ese pedacito propio en Madrid.
Una cama redonda en el dormitorio, decorado en tonos rosas, y un salón presidido por un cuadro de enormes dimensiones y cargado de simbolismo, que le habían regalado. La pintura refleja a la chipionera que dirige su mirada a su versión ‘artista’, actuando sobre una guitarra española, mientras dos bailarines le ofrecen fuego y una manzana, ¿la pasión? ¿el deseo? La cantante estaba realmente orgullosa de pieza, y posaba a sus pies para Lecturas, como uno de los rincones destacados de su nueva vivienda.
¿Por qué nunca llegaron a casarse Rocío Jurado y Enrique García Vernetta?
Su ruptura no está clara. En 1971 ella hablaba de boda, pero lo cierto es que el enlace jamás llegó. Ella quería establecerse con él y formar una familia, pero al empresario le costó dar el paso. Y nunca lo hicieron. Él, a posteriori y en su última entrevista televisada, dijo que había tenido “un comportamiento cobarde”. Y Rocío, como una paloma blanca, voló de su lado.
Para 1975 ya había conocido al hombre que la convirtió en madre por primera vez, Pedro Carrasco y, un año más tarde, ya estaban casados. Y nueve meses después, daban la bienvenida a la pequeña Rocío.
Una ruptura no significa el fin del mundo. De hecho, para Rocío Jurado fue la oportunidad de conocer al auténtico amor de su vida, sus hijos.