La risa siempre ha sido para Paz Padilla el mejor de los escudos. Lo aprendió de su madre, quien nunca ha llorado, aunque en su vida ha habido situaciones que, a punto estuvieron de dejarlas sin ganas de sonreír. Anoche, se abrió en canal y contó a Bertín Osborne en ‘Mi casa es la tuya’ lo que había callado toda su vida.
Habló de su infancia sin nada, de la escasez económica en la que vivía su familia, a quien tantas veces les cortaron la luz. Gracias a su madre, siempre tuvieron un trozo de pan que llevarse a la boca. “Ella es una buscavidas”, contó a Bertín. “Se las agenciaba para hablar con el frutero y que este les dejara más baratas las frutas que se habían caído, que tenían un golpe…”, “el panadero le daba el pan del día anterior, ella nos lo remojaba y después lo tostaba. He comido mucho pan ‘tostao’ de chica. Después mi madre le echaba manteca”. Su madre también ponía al servicio de sus 7 hijos toda su imaginación. Cuando no había dinero para Reyes, ella organizaba un espectáculo para toda su familia en el que cantaba, hacía teatro, contaba chistes y los niños no necesitaban nada más para ser felices. Por eso ahora que Paz puede, se encarga de que no le falte de nada a la mujer que siempre lo dio todo por ella y sus hermanos.
Uno de los momentos más complicados de la vida de la presentadora tuvo lugar cuando le rompieron el corazón. El padre de su hija la abandonó de la noche a la mañana, “se le había acabado el amor”, me dijo. Entonces Paz, que aún seguía locamente enamorada de él, lloraba mucho. Habían pasado juntos 7 años y no comprendía qué había ocurrido para que estuvieran en esa situación. Además, Anna era muy pequeña lo que hacía la situación mucho más dolorosa.
Precisamente Anna la persona que tantas alegrías le ha dado, también ha hecho que sienta de lo más culpable. Piensa que no ha pasado suficiente tiempo con ella, “he trabajado mucho, ahora mi niña tiene 20 años y digo ‘¿para qué?’”. A Padilla no le compensa el trabajo ni el éxito profesional, pues, aunque trataba de llevar a la niña a todos los sitios que podía, había veces que las ausencias eran inevitables. Y eso aún le duele.
Al lado de su hija ha vivido uno de los momentos más terroríficos de su vida: un tiroteo en su propio jardín. El día que se mudaron a su actual casa, unos ladrones entraron a su domicilio, huyendo la policía, que también se personó en su casa. Los oficiales dispararon contra los cacos y Paz, aterrada, solo pensó en salvar a su hija a quien escondió en la chimenea pues pensó que los ladrillos, al ser más gruesos, protegerían a la niña