Fue su hermano mayor y su héroe. Paco Fernández Ochoa –Paquito en 1972 cuando ganó el oro olímpico en los Juegos de Invierno de Sapporo, en Japón–, fue la luz y el guía para una Blanca Fernández Ochoa que entonces era solo una niña. Se llevaban trece años de diferencia, así que cuando Paco se alzó con el oro olímpico, Blanca tenía solo ocho años, pero ya calzaba los esquís como todos los Fernández Ochoa y siempre quiso emular los triunfos de su hermano mayor.
Blanca Fernández Ochoa adoraba a sus hermanos y sus hermanos la adoraban a ella. Pero por Paco, Blanca sentía auténtica admiración. Blanca acarició el oro en Calgary 88, cuando tras haber quedado en primera posición en la primera manga del eslalon, se cayó en la segunda a pocos metros de la meta. Fue un durísimo golpe para Blanca, que había rozado el oro olímpico con los dedos y por un rebalón desafortunado se vio descalificada.
Cuatro años después pudo desquitarse en Albertville 92, el mismo año en que Barcelona albergó sus primeros y únicos Juegos Olímpicos. No fue un oro, sino un bronce, pero para Blanca subir por fin al podio –fue la primera española que lo logró en unos Juegos– fue una manera de cerrar el círculo abierto por su hermano Paco veinte años antes.
La alegría, tristemente, no le duró demasiado. Pese a que el apellido Fernández Ochoa era muy popular gracias a los dos campeones olímpicos, lo cierto es que el esquí, económicamente hablando, no tiene las recompensas crematísticas que tienen otros deportes como el fútbol, el baloncesto o el tenis. Ser campeón olímpico de esquí en España no te garantiza un retiro dorado, de modo que Blanca tuvo que buscarse otras fuentes de ingresos, como participar en realities de televisión, algo que también hizo Paco con anterioridad a su hermana. Eso, sumado a sus dos divorcios y a un trastorno que sufría desde que era niña, hizo que la campeona olímpica tuviera serios altibajos en su vida personal y familiar.
Pero la desgracia llegó a la familia Fernández Ochoa en forma de un cáncer que afectó a Paco, Paquito, Fernández Ochoa, cuya muerte en 2006, con tan solo 56 años, dejó consternados a toda la familia y, en especial, a Blanca, que nunca llegó a superar esa muerte. Durante la enfermedad de Paco, Blanca se rapó la cabeza en solidaridad con su hermano y con todos los enfermos de cáncer.
En abril, Blanca cumplió 56 años, la misma edad que tenía Paco cuando falleció. Ahora por fin están juntos y seguro que allá donde estén, ambos estarán deslizándose por las nevadas cumbres del cielo, en una carrera eterna y con la mejor de sus sonrisas.