Entras en un bar y todo el mundo está pendiente de la pantalla de su teléfono móvil. Lo mismo ocurre en el metro, en el autobús o incluso en casa. Nos hemos acostumbrado a hacer más vida delante del teléfono móvil que con las personas que tenemos a nuestro alrededor y eso al final nos pasa factura.
En los últimos tiempos se ha acuñado un nuevo término, nomofobia, que no es sino el miedo a quedarse sin teléfono móvil. Nos hemos vuelto tan dependientes del teléfono que la sola idea de perderlo nos genera un pánico atroz. Casi toda nuestra vida la pasamos delante de una pantalla que contiene toda la información fundamental sobre nosotros. El móvil nos ayuda a levantarnos, a llegar a los sitios, tiene los datos de nuestras tarjetas de crédito... Llega a convertirse en algo más importante que las llaves de nuestra propia casa.
Pero lo útil que puede llegar a ser también hace que sea algo peligroso, hasta enfermizo. Ya hay varios casos de personas que se han sometido a tratamientos para controlar su adicción al teléfono y que además han sufrido las consecuencias de tener un teléfono inteligente y subir a internet fotos personales que luego han sido 'hackeadas' y distribuidas por todo el mundo.
Y es que en un mundo globalizado, subir una foto a la red o el simple hecho de tener un teléfono con conexión entraña el riesgo de ser víctima de un 'hacker'. Por eso ahora, las 'celebs' vuelven la vista atrás, y tras varios años sufriendo el acoso de los piratas informáticos, se han decantado por los móviles más antiguos. Duros como un ladrillo, irrompibles, sin conexión a internet y con tapa.
Hay varias razones que respaldan esta tendencia. Por un lado, la imposibilidad de 'hackearlos' y por otra y no menos importante, al no tener internet, ni grandes pantallas ni reproductores de vídeo o música evitan que nos enganchemos a ellos y suframos nomofobia. Atrévete a cambiarte a uno de estos y habla con los que tienes cerca, es más interesante que ver la vida a través de una pantalla.