El sábado firmo ejemplares de mi libro en Barcelona y el domingo en Madrid. En el transcurso de esas firmas siempre suceden cosas que te dejan sin aliento, al borde mismo de la emoción. Una señora me cuenta que hace meses que se quedó viuda y ha salido por primera vez de su casa para que le firme el libro. Otra, con lágrimas en los ojos, me habla del calvario que ha pasado su hija por culpa de los maltratos de su marido. No es la primera vez que me sucede. En todas las firmas que he tenido siempre hay varias mujeres que me cuentan que han sufrido maltrato. Recuerdo las lágrimas de una madre al hablarme del dolor que había sufrido su hija por culpa de su marido. No hay día que no me den un par o tres cartas o algún regalito para Rocío Carrasco. Como tampoco deja de haber día en el que varias señoras me cuenten que ‘Sálvame’ les ha ayudado para enfrentarse a una depresión. Gracias a nosotros se han sentido acompañadas, y eso me produce muchísima alegría porque trabajamos para eso. Para entretener. Para acompañar. A veces se nos olvida que con nuestras absurdas historias hacemos más llevaderas algunas realidades. Eso también es amor. Pero, además, del bueno.