Hace menos de una semana, Pablo Alborán acabó con las especulaciones sobre su vida personal y reconoció abiertamente que es gay: "Estoy aquí para contaros que soy homosexual y no pasa nada"; admitía en su perfil de Instagram para todos sus seguidores. El cantante malagueño ha sido durante los últimos días tema de debate yMiguel Frigenti se ha explayado en 'Sálvame'. El colaborador ha confesado que le parece muy bien que el artista haya admitido su homosexualidad porque "hay que normalizar y visibilizar" pero la realidad es otra bien distinta.
“Todo lo que pasa en la vida no pasa en Madrid o en un plató de televisión y a mí me han pegado en mi pueblo por ir de la mano con mi novio”, ha contado el joven sin pelos en la lengua dejando al descubierto todas las vejaciones a las que se ha enfrentado debido a su condición sexual.
“A mí me robaron mi infancia. Yo estaba en el colegio (católico) solo. Ningún profesor se preocupó. A mí me llamaban mariposón, mariquita. Mis hermanos también lo pasaron mal pero ellos al ser gemelos se tenían el uno al otro. En el autobús del colegio me acuerdo que me decían: “Mírale, si no le quieren ni sus hermanos”.A mis padres no se lo decía, al final normalicé el bullying", ha seguido contando ante la mirada de sorpresa de sus compañeros.
"El último año del colegio vino una profesora nueva y la mandé una carta contándole todo lo que me hacían. Le pedía que me ayudara, que me aprobara porque yo me quería ir al instituto y si me quedaba otro año más me moría. El último año fue horrible me recuerdo con la mirada perdida. Yo estaba muy mal", ha continuado.
Tampoco ha dudado en revelar, que 'Gran Hermano' fue una gran vía escape para él después de todo el tormento que estaba viviendo: "A mí me salvó 'GH' porque me escapaba a casa de mi abuela a ver el 24 horas. Cuando cambié al instituto tenía miedo de encontrarme con los antiguos compañeros y me ridiculizaran delante de mis nuevos amigos. Hace un tiempo una compañera se puso en contacto conmigo vía instagram y me pidió perdón”.
Tras tantos años callándoselo, Miguel no tuvo más remedio que llamar a su madre y contarle toda la situación. En ese preciso momento, comenzó con la terapia: “Mi madre se enteró de todo esto porque a los 23 años de repente un día empecé a llorar, no quería hacer nada. Llamé a mi madre y le dije que me quería morir. Empecé a hacer terapia. Ahora mi madre llora muchísimo cuando hablamos de esto”, ha rematado.