A finales de febrero Marisa Vicario, madre de la extenista Arantxa Sánchez Vicario, perdía a su marido, Emilio, el hombre con el que había compartido 43 años de su vida y diez de noviazgo. Tras pasar un mes en Miami con su hijo Emilio, Marisa ha regresado a Barcelona mucho más serena, aunque sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas al recordar a su marido y revivir la terrible situación que se produjo en el tanatorio cuando Arantxa llegó para despedir a su padre, al que había visitado días antes en el hospital. La llegada de la excampeona era un hecho aceptado por sus hermanos, Marisa, Emilio y Javier, pero cuando apareció acompañada de Josep Santacana, su marido, la tensión creció y explotó como una bomba de relojería. El enfrentamiento entre el empresario y sus cuñados fue a más y Javier acabó echándolo de las instalaciones. Arantxa decidió irse con él y al día siguiente no acudió al funeral. Marisa, su madre, no pudo soportar aquella situación, se desmayó, perdió el conocimiento y tuvo que ser atendida por los servicios sanitarios.
Transcurridos dos meses desde aquello, Marisa está más tranquila. Sin embargo, a pesar de su buen aspecto, sigue sintiendo el dolor por la ausencia de su marido y por la distancia que la separa, desde 2007, de su hija Arantxa. Lecturas pudo comprobarlo al hablar con ella en las instalaciones en las que se disputa el trofeo Conde de Godó de tenis. Cita obligada para toda la familia, Marisa ocupaba el palco reservado a nombre de su marido. Durante 20 años el matrimonio no se había perdido ninguna edición del torneo. “Mira dónde estoy”, sollozaba Marisa mientras sus ojos se llenaban de lágrimas y acariciaba el cartel con el nombre de su marido escrito.
¿Qué tal está, Marisa?
Bien, ahora más tranquila. Estoy mejor. Acabo de llegar de Miami, porque he pasado allí un mes con mi hijo Emilio y su familia, y esta semana mis hermanas estarán conmigo en Barcelona. Lo cierto es que mis hijos me cuidan mucho.
¿Y Arantxa? ¿También está a su lado en estos momentos?
De Arantxa no sé nada. Nada de nada. No ha habido contacto. Por lo menos pude avisarla personalmente de la muerte de su padre. Y Arantxa vino.
¿Desde cuándo no la ve?
Desde que la vi en el tanatorio, cuando quiso despedirse de su padre. Fíjate, toda mi vida he estado a su lado, pegada a ella, y en estos momentos no sé nada.
Fue muy doloroso lo que ocurrió en el tanatorio…
Mis hijos aceptaron que Arantxa fuera a despedirse de su padre, pero luego subió él [Josep Santacana, marido de Arantxa] y se montó lo que se montó. Yo me desmayé y perdí el conocimiento al ver todo lo que estaba pasando. No sé para qué subió.
Firmaron unos acuerdos, evitaron juicios, pero la paz no condujo a la reconciliación. ¿Cree que en algún momento podrá arreglarse esta situación?
Espero que se pueda arreglar, de verdad, y que haya tiempo para ello, pero no lo sé. No lo sé. Mi hija está como hechizada, como encerrada. Creo que esta situación solo se superará si ella consigue ver más allá y se acaba dondo cuenta de que somos su familia y la queremos.
Algunos de sus nietos están por aquí, por las instalaciones del torneo. ¿Ejerce de abuela?
Los nietos siempre son una fuente de alegrías. Yo tengo nueve, pero desgraciadamente solo puedo ejercer de abuela y disfrutar con siete de ellos. [A los hijos de Arantxa, Leo (4) y Arantxa (7), no los ve a raíz de las disputas y denuncias familiares que empezaron en 2007]