Parece que el tiempo pase de puntillas por la figura y el rostro luminoso de Pepa Flores (Málaga, 1948) que, según el calendario biológico, cumplió 65 años pero que, de acuerdo con las apariencias, sigue siendo aquella mujer rubia, estilizada, tremendamente sensual que, según dicen voces profesionales cercanas a ella, de haber querido, se hubiera comido el mundo del cine más allá de nuestras fronteras.
Y en una época, años 60 y 70, en que la internacionalidad estaba casi reñida con nuestras actrices y actores. De ahí que haya quedado como una leyenda el hecho de que Marisol rechazara un contrato nada más y nada menos que con el director Roman Polansky. De hecho, en esa época, los 70, quizás Pepa Flores, entonces famosa con el nombre de Marisol, estaba ya cansada de su profesión.
Nacida en un hogar muy humilde, en un corralón malagueño, cantaba y bailaba de maravilla desde muy niña. Descubierta a los 11 años por el productor Manuel José Goyanes durante una actuación en un programa de televisión, en 1960 se estrenó su primera película, ‘Un rayo de luz’, con un éxito espectacular, con la que obtuvo el Premio a la Mejor Actriz Infantil en la Mostra de Venecia, y, a la que siguieron ‘Ha llegado un ángel’ (1961), año en que apareció en el programa de Ed Sullivan, en Estados Unidos, ‘Tómbola’ (1962) y ‘Marisol rumbo a Río’ (1963).
Tenía 15 años y era lo más alejado a una ‘star’, tanto que el ajetreo de rodajes, anuncios, viajes y promociones le produjeron una úlcera debido al estrés. No quería ser una estrella, pero lo era, en España, en Rusia, en Latinoamérica, en casi todo el mundo. De hecho, en aquella época, solo había dos artistas famosas fuera de nuestro país: ella y Sara Montiel. Dicen que ya entonces quería dejar el cine, pero su entorno no lo permitió ya que Marisol era una mina.
En 1969, a los 21 años, se casó con Carlos Goyanes, hijo de su descubridor y productor. El matrimonio duró tres años, y, tras separarse, Marisol empezó a espaciar su trabajo: representó a España en el Festival de la OTI (1972), con ‘Niña’, de Manuel Alejandro y rodó con directores más de su gusto (Juan Antonio Bardem, Mario Camus). En 1973 se enamoró y se vinculó sentimentalmente con el gran bailarín Antonio Gades con quien tuvo sus tres hijas, María (1974), Tamara (1976) y Celia (1981). Se casaron en 1982, en Cuba, siendo padrino de bodas Fidel Castro. Su matrimonio duró cuatro años y Antonio murió en 2004.
Marisol, en el pasado
Junto a Antonio Gades, empezó a sustituir el nombre de Marisol por el de Pepa Flores, se afilió al Partido Comunista de España y, posteriormente, al Partido Comunista de los Pueblos de España, apareciendo en mítines y en actos a favor de las libertades, de la solidaridad y de la revolución cubana.
Cuando dejó atrás a Marisol para convertirse en Pepa Flores, las personas más allegadas a ella vaticinaban que Pepa, como actriz y como figura mediática no duraría mucho en el candelero porque lo que ella deseaba, desde hacía años, era dejar la profesión y vivir una vida anónima. Tanto la habían afectado aquellos años de niña prodigio durante los que todos creyeron –todos menos ella– que era una diosa adolescente, que quería dejarlos atrás a toda costa.
Hace cinco años, cuando cumplió 60, en una entrevista con LECTURAS nos contaba: “Dejar atrás a Marisol fue muy duro, sobre todo hacer entender a la gente que era Pepa Flores y que el pasado tenía que ser solo pasado”. ¿Seguía renegando de Marisol? “No, este año por fin he conseguido, con mi hija al lado y con mucho agrado, ver una película de Marisol. El día 4 de febrero cumplo 60 años”. Y añadía: “ya todo me da lo mismo. El tiempo, la distancia, te hacen analizar las cosas con criterios de justicia que desconocías. Salir de este mundo fue muy duro. Tener cerca a Máximo, amigo, compañero, y la alegría de tres buenas hijas y una madre que nunca se despegó de mi lado, ha sido vital para salir de todo”.
Enamorada y feliz
Lejos de las cámaras, Pepa Flores vive una existencia discreta, en Málaga, con su compañero Máximo Stechinni, a quien conoció en 1988, en la pizzería que regentaba. Mantiene excelentes relaciones con su madre, que vive a unos cincuenta metros de su casa, y con sus hijas: María Esteve (1974), actriz; Tamara Esteve (1976), psicóloga, y Celia Flores (1981), cantante y madre de un niño, Curro, que hace las delicias de su abuela. Una abuela que ha conseguido lo que deseaba: ser feliz, sencillamente feliz.