Lara Álvarez nos hace las presentaciones: “Arancha, Ana y mis pelos del Debate”, dice mientras graba a dos de sus compañeras de peluquería mientras le hacen rizos al postizo que horas más tarde se alojaría en su cabeza. “¿Qué pensabais? Todo es mentira, así va la tele, amigos”.
La presentadora, con esa naturalidad que tanto nos gusta de ella, nos muestra que en la televisión siempre hay trampa y cartón. Lo que vemos en nuestra pantalla poco tiene que ver con la realidad, y hasta la melena salvaje con apariencia más natural tiene detrás horas de trabajo. Efectivamente, para que el pelo de la asturiana parezca que tiene el mismo volumen que el del león de la Metro, antes han tenido que estar las peluqueras del programa encargándose de rizar las extensiones, peinarlas y dejarlas a punto. Suerte que Álvarez nos enseña la realidad.
En lo que no cabe engaño posible es en su simpatía y profesionalidad. Será que esta es su segunda vez en Honduras y que está curtida, pero en esta edición de ‘Supervivientes’ la vemos mejor que año pasado. Está más segura, natural y sin tanta tensión. La veteranía es un grado.
Y aunque Lara se quiera quitar méritos y ser humilde, existen cosas en su físico que tampoco se pueden falsear, como ese físico, fuerte y fibrado con el que entra en nuestros hogares con cada resumen, cada gala o cada debate de ‘Supervivientes’. Ya te desvelamos algunas de las cosas que Lara había hecho para lucir este nuevo aspecto, y cada vez que la vemos nos entran unas ganas tremendas de ir al gym y repetir sin parar “¡yo también puedo!”.