Cristina de Borbón, con una carta escrita a mano fechada el uno de junio del 2015, dejaba claro, y de una manera oficial, su intención de renunciar al ducado de Palma, del que su padre, el rey Juan Carlos, le hizo entrega cuando se casó con Iñaqui Urdangarin.
Renuncia a él manera peleona y a regañadientes, tal y como deja claro en esta misiva de cuatro folios que hoy publica La Vanguardia. Cristina pone de manifiesto que lo hace “con disgusto e incomodidad”, y señala al Sindicato Manos Limpias como los principales responsables de su decisión por las “acusaciones infundadas” que se vertieron sobre ella.
La decisión del rey Felipe no se hizo pública hasta la noche del 11, cuando ya habría sido enviada la carta y, supuestamente, fue recibida esa misma tarde. El monarca llevaba tiempo solicitándole a su hermana que renunciara ella al título, pero hasta ahora no se había atrevido a dar el paso. La infanta Cristina dice que lo hace porque no quiere dañar a la ciudad de Palma, a la que tanto cariño tiene.
Que ella haya renunciado a este título es reseñable, pero lo que verdaderamente interesa es que el rey haya tomado una decisión institucional tan importante y que haya tenido el valor que no tuvo su predecesor, Juan Carlos.
Este revocación llega cuando la infanta está a punto de cumplir 50 años (lo hará el día 13) y cuando se celebre el primer aniversario de la proclamación de Felipe VI.
Con lo que, de momento, parece que no dará su brazo a torcer es con lo de renunciar a sus derechos dinásticos. La carta esta firmada como ‘Cristina, infanta de España’ lo que hace presagiar que la esposa de Iñaqui seguirá siéndolo por algún tiempo más. Si se diera el caso que esta accediera a renunciar a ser infanta de España, ocurría algo parecido a lo que pasó cuando su padre abdicó. Habría que hacer un decreto ley, que este pasara por las Cortes, fuera discutido por el Parlamento y finalmente que se pusiera de manifiesto si se aprueba o no.