Tres horas después de su llegada, sin poder articular palabra y con los ojos arrasados por las lágrimas, Kiko Rivera salía de la finca en la que fue tan feliz, pero la que, desde el último año no había pisado. El conflicto con su madre, Isabel Pantoja, le impedía poner un pie en la que fue la casa preferida de su padre. La muerte de su abuela, doña Ana Martín, le ha sacudido de pies a cabeza y le ha hecho replantearse muchas cosas. Pese a que en un primer momento manifestó que no iría a Medina Sidonia, recapacitó y pensó que no quería quedarse con el remordimiento de no haber estado en el último adiós a su “yaya”. Ni de no haber arropado a su madre. Él le pensaba tender la mano, que ella se negara a cogerla, ya era otra cosa…

"Si me dejan pasar, le daré un abrazo a mi madre y me iré. Y si no me dejan pasar, iré igualmente", decía el marido de Irene Rosales cuando partía de Lanzarote hacia Cádiz tras enterarse del fallecimiento de su abuela, doña Ana.