Kiko Matamoros no es de los que abusan del positivismo gratuito. Él prefiere que la realidad sin paños calientes, por muy dura que esta resulte. Si los médicos no se han mostrado demasiado esperanzadores con el diagnóstico que le realizaron tras detectarle varios tumores en la vejiga, él prefiere mirar su existencia de una óptica realista y sin almibarar. Esta manera de ser, no obstante, le ha permitido dar un giro de 180º a su vida.
El diagnóstico le ha cambiado. Quizás no tanto a él pero sí a sus hábitos y rutinas. Ya contamos que la intervención (que se llevará a cabo el 6 de agosto) traerá consigo el abandono de uno de los ‘vicios’ que el colaborador tenía más enraizados, el tabaquismo. Mientras Matamoros fuma sus últimos cigarrillos antes de decir adiós para siempre a este hábito, aprovecha para paladear, con mucha más intensidad y ganas que antes, gestos tan sencillos como salir a cenar o leer.
Así lo contó en el Deluxe. “Desde que me he enterado de que tengo “esto” tengo ganas de vivir, salir cenar, leer…”, el diagnóstico, lejos de hundirle, le ha abierto una nueva perspectiva: hay que disfrutar al máximo cada segundo y absolutamente cada cosa que haga.
El que dispone de buena salud a menudo se olvida de saborear las pequeñas cosas, cosa en la que él ahora se halla. “Ahora me he retirado un poco de la vida nocturna porque no quiero castigar mi cuerpo. El tiempo que pueda disfrutar de mi vida, de mi pareja, de mis hijos, de todo”.
“Quiero optimizar mi tiempo, quiero vivir con mayor intensidad lo que me quede de vida”, dice, no con pena, sino con una fuerza y una vitalidad que sirven de ejemplo.