Isabel Preysler cuenta que ella nunca ha tenido como objetivo casarse. Que si lo ha hecho ha sido porque se lo han pedido. Es más, ni necesario le parece. ¿Qué ha pasado con la reina de corazones? ¿Nos la han cambiado?
La viuda de Miguel Boyer acudió a un evento llevado acabo en la tienda insignia de Pronovias y allí atendió a la prensa, que se interesaron por su relación con Mario Vargas Llosa. La pregunta sobre una posible boda era obligada cuando acudes a un evento de estas características. “¡Ni lo he pensado todavía!”, así que de vestido ni hablamos, “cuando llegue el momento lo pensaré…”, respondía, como si fuera una locura que algunos ya nos hubiéramos imaginado a la pareja en capilla. Pues no, que se quieren tomar las cosas con relajo.
Eso sí, parece que cuando llegue el gran día, Isabel no dará el ‘sí, quiero’, llevando una pieza en color blanco, elegirá cualquier otro color, menos ese. Ya lo llevó en su día, y ahora toca probar otro.
Y vestirse de madrina o de madre de la novia, tampoco. En casa, cuenta, que no tiene a nadie pensando en pasar por la vicaría, ni tan si quiera Ana y Fernando, que están más centrados en disfrutar de la convivencia que de organizar planes nupciales.
Sobre su pareja, que esta semana celebraba su 80 cumpleaños, no tiene más que palabras de cariño y admiración. “Lo mas bello que me aporta Mario es el amor tan grande y profundo que me da”. “Me halaga que diga que la felicidad tiene mi nombre y apellido”, confesaba sonriente, encantada por la aventura en la madurez que le ha tocado vivir.
Isabel ahora es una mujer más preocupada en volver a ser abuela, que en casarse. La duquesa del couché ahora disfruta con calma de su relación, mientras paladea el devenir de los acontecimientos. Y tiene que ser un gustazo, porque, asegura que al lado de Vargas Llosa “cada día es mejor que el anterior”.