Isabel Gemio está de promoción de 'Mi hijo, mi maestro', el libro en el que explica la compleja experiencia de ser madre de Gustavo, su hijo mayor que sufre distrofia muscular. Cada entrevista que ofrece aporta conmovedores matices y en su visita a 'Espejo público' no ha sido diferente. La periodista ha dado un testimonio duro, pero también sanador y catártico, gracias en buena parte a Susanna Griso, que ha conducido el diálogo con respeto, sensibilidad y empatía. Un trabajo complicado para la presentadora, que no ha podido evitar tener cierta sensación de frustración. La vida como madre de Gemio es tan extraordinariamente difícil que, muy sincera, le ha dicho: "Es muy complicado ponerse en tu piel y en tu situación, lo digo como madre". Asimismo ha revelado que ha tenido que "respirar hondo" para no romperse ante el relato sin florituras, pero conmovedor de su compañera de profesión.
El testimonio de Isabel Gemio sobre la experiencia de cuidar a Gustavo ha tenido como común denominador tres temas centrales: el perdón, la gratitud y el amor. Tres asuntos que no son poca cosa y que le queda de la gran enseñanza que ha aprendido de su hijo mayor.
La periodista ha reconocido que tardó “demasiado en pedir ayuda. Fui una bruta, porque no era capaz de hablar siquiera. No quería que los míos sufrieran si sabían que yo iba al psicólogo. Pero les pido perdón y les digo que vayan y pidan ayuda, que esto no lo podemos gestionar solas".
Especialmente liberador ha sido cuando ha hablado de cómo ha esculpido esta situación a su hijo Diego y ha reconocido sus errores con él: "Creo que no lo he hecho bien con él. Lo asumo. Porque no puedes estar en todas partes. El que está enfermo necesita más médicos, vive estancias muy largas en el hospital, necesita más tutorías… Todo se quintuplica. A los hermanos se les priva de una infancia. Diego ha renunciado a muchas cosas. Nunca ha podido ser el hermano pequeño y no ha podido tener un hermano mayor que le estimulara y le guiara. No sabía nunca cómo hacer para satisfacer a los dos". "Pero también le ha convertido en un ser especial, muy humano y maduro", ha continuado y, con los ojos vidriosos y la voz quebrada ha mostrado agradecimiento por la familia que le ha tocado: "Creo que tengo dos hijos maravillosos. Hacemos lo que podemos...".
Isabel Gemio siente que ha superado "los pudores" que ha tenido a propósito de la enfermedad de Gustavo. "El mundo se pone patas arriba y la vida se para repentinamente. No sabes cómo gestionarlo. (...) Te encuentras totalmente perdida", pero "el poder del ahora, la meditación, los psicólogos y los psiquiatras me han enseñado que las cosas importantes de la vida no se pueden comprar".
La realidad de su hijo es dura y lo ha explicado con emoción y de forma gráfica: "Las cosas que nos dan placer en la vida como correr por la playa, pasar las hojas de un libro, cocinar, abrazar, todas esas cosas que nos recuerdan que la vida vale la pena, él no las puede hacer". A pesar de todo, Gustavo ha encontrado razones para sonreír. Mejor dicho: la única razón. "Nos quiere ver felices a los demás, y cree que es una persona afortunada. Cree que lo más importante en la vida es el amor, que es lo único que queda", ha declarado.